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Ajedrez y Poesía

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Por Jesús Cabaleiro Larrán

La Unesco proclamó en París en 1999, el 21 de marzo como el Día Mundial de la Poesía, el evento se celebra en todos los rincones del planeta de distintas maneras. En Europa se denomina ‘Primavera de los Poetas’ mientras que en algunos lugares de Latinoamérica se denomina ‘Común presencia de los poetas’.

Sin querer hacer una relación muy detallada, porque seguro que hay omisiones no intencionadas, sí citar a los poetas que dejaron algún poema, dedicado de forma directa o incluso indirecta al más que milenario juego. Poesía y ajedrez han coincidido durante más de 1.500 años, sin duda el arte de la poesía es más antiguo pero hay partidas que son auténtica poesía.

La relación de la poesía con el ajedrez se inicia con la figura del persa Omar Jayan (1048-1131) autor de los conocidos Rubaiyat que fueron dados a conocer en el siglo XIX: “Porque si bien se mira, / el mundo no es más que un inmenso tablero de ajedrez,/ cuyos cuadros blancos son los días, / y los negros las noches, / y en el cual el destino juega con los hombres/ como con piezas: / los mueve de aquí para allá, / y acabando la partida/ la muerte nos arroja al cajón de la nada.”

Borges frente a Sábato, con un fondo de cuadros blancos y negros.
Borges frente a Sábato, con un fondo de cuadros blancos y negros.

A este autor persa se refiere en su segundo soneto el conocido poema ‘Ajedrez’ del argentino Jorge Luis Borges (1899-1986): ‘También el jugador es prisionero/ (la sentencia es de Omar) de otro tablero/ de negras noches y blancos días. / Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza /de polvo y tiempo y sueño y agonías?”

Otros poetas muy conocidos que dedicaron sus versos al ajedrez fueron el cubano Nicolás Guillén (1902-1989), quien dedicó un poema a su compatriota, el campeón del mundo de 1921 a 1927 y que fue denominado ‘El Mozart del ajedrez’, José Raúl Capablanca (1888-1942). El poema se llama ‘Deportes’ y pertenece al libro ‘La Paloma de vuelo popular’ de 1958.

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También el griego Constatino Cavafis (1863-1933) dedicó un bello poema titulado ‘El peón de ajedrez’ donde sus versos resaltan la pieza, en teoría menor, y recrea como luego se transforma en mayor, la reina. “Más sale indemne de todos los peligros/ y alcanza triunfante la última línea. / Con qué aires de victoria la alcanza/ en el momento exacto; /qué alegremente avanza hacia su propia muerte. / Porque al llegar a esa línea, el peón morirá, / todos sus afanes eran para esto. / Cae el Hades del ajedrez, / y de su tumba resucita/ la reina que nos salvará”.

Sin duda el poeta y escritor que mejor ha fusionado los géneros es el costarricense Joaquín Gutiérrez Mangel (1918-2000). El que ha sido definido como “la figura literaria nacional más importante del siglo XX” en Costa Rica, jugó en 1936 partidas en Nueva York contra el ajedrecista Frank Marshall (1877-1944) en el club que fundara en 1915. Posteriormente fue campeón nacional de ajedrez en 1939, jugando las Olimpiadas en Buenos Aires, ganó a Aleksander Kotov (1913-1981) en 1957. Ingresó en la galería costarricense del deporte en 1996 por su trayectoria ajedrecística y hoy en día un club y un torneo de ajedrez, lleva su nombre.

Además y sobre todo, ejerció de poeta, novelista, periodista, traductor e incluso político –fue candidato a vicepresidente en su país por la formación Pueblo Unido en 1982 y 1986-. Consideró a Chile su “segunda patria”, donde conoció a Neruda, -que le prologó uno de sus libros-, y vivió 25 años, llegando a ser director de la conocida editorial Quimantú, saliendo exiliado tras el golpe militar de 1973.

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Antes vivió en la URSS, China y cubrió la guerra de Vietnam entrevistando en 1966 a Ho Chi Minh. “Descubro que nací para morir (…) y nada he de llevarme pegado a mis zapatos…” escribió.

El poeta español de la generación del 27 Gerardo Diego (1896-1987) también dedicó un poema al juego titulado así ‘Ajedrez’ y que concluye “La muerte y la vida/ me están/ jugando al ajedrez”.

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Fernando Arrabal, el ajedrez está en la temática de sus obras.

El escritor y gran aficionado Fernando Arrabal dedica al artista y también ajedrecista francés, Marcel Duchamp (1887-1968) el ‘Himno de Ajedrez’ donde cita en 17 líneas sus preferencias por los grandes jugadores de la historia y donde incluye también a mujeres como la húngara Judit Polgar y la china, actual campeona mundial, Hou Yifan.

Siguiendo en España, el poeta Carlos Murciano escribió ‘Donde el poeta juega con su amada’ que termina: “Reina que avanza, Rey que se doblega…/Y de pronto me miras -dudo, ¿sigo?- /recto hacia el corazón… Y jaque mate”.

El caballero Antonius Block juega con la muerte en ‘El séptimo sello’.
El caballero Antonius Block juega con la muerte en ‘El séptimo sello’.

Uno de los poemas más curiosos es el del poeta chileno Waldo Rojas, exiliado en Francia tras al golpe de estado de 1973 y donde aún vive. Se titula ‘Ajedrez’ y menciona al personaje principal de la película ‘El séptimo sello’ del gran cineasta sueco Ingmar Bergman (1918-2007): “Antonius Block, quien volvía de las Cruzadas, no tuvo en cuenta/ que a Dios no le habría gustado el ajedrez/ aun cuando de veras hubiera algún día existido”. Anteriormente confiesa, “Y a mí que no me gusta el ajedrez sino en raras/ circunstancias”.

Con el mismo título, la poeta mexicana Rosario Castellanos (1925-1974) escribió otro poema en 1969. Con la misma nacionalidad y título, Homero Aridjis en su reciente libro de poesía de 2011, ‘Diario de sueños’ escribe: “Es la última noche del mundo. / Al pie de los muros de Córdoba/ un monje cristiano y un guerrero moro /juegan una partida de ajedrez. / Los jugadores apuestan la vida. / Pasa la noche. Sale sol negro. / Nadie gana nada.”

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Hace años en este Día Mundial de la Poesía, en Radio Algeciras de la cadena Ser nos invitaron a amigos y colaboradores a leer un poema. Entonces, leí una parte, ya que es un poco largo, de ‘Los jugadores de ajedrez’ del portugués Fernando Pessoa (1888-1935) y que comienza: “Oí contar que otrora, en Persia / hubo no sé qué guerra, /en tanto la invasión ardía en la ciudad / y las hembras gritaban, / dos jugadores de ajedrez jugaban /su incesante partida”.

Como publiqué ya hace tiempo, el poema se refiere al califa Al-Mamun (786-833), quien consiguió el poder asaltando Bagdad mientras su hermano, Muhammad Ibn Harun Al Amin (787-813), al que ejecutó tras la conquista de la ciudad, jugaba al ajedrez. La partida la llevaban a cabo el sexto califa del imperio abásida, Al Amin frente, al parecer, su eunuco, Kauthar. Mientras jugaban y a pesar de las advertencias, un ejército enemigo liderado por el general Tahir bin Husain tomó Bagdad y dio el poder al hermano del califa, Al Mamun, decapitando a Al Amin, que eso sí, tuvo la pequeña satisfacción de ganar su última y postrera partida acontecida en el año 813.

Ambos eran hijos del intelectual y poeta Harun Al Rachid (766-809), el famoso califa conocido por la historia de ‘Las mil y una noches’; todos, padre e hijos, eran grandes aficionados al ajedrez. El califa Al Mamun fue en el año 819 el que inició el concepto de Gran Maestro de ajedrez.

Como escribe Pessoa, “La partida de ajedrez prende el alma toda, aunque perdida, poco pesa pues no es nada”.

Fuente: periodistas

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