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Dos cartas sobre ajedrez

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Sobre ajedrez

¿El mundo del ajedrez (como el mundo en general) está en medio de un debate muy interesante o ante un desafío mayor de aceptación mutua entre civilizaciones?

Como aficionado al ajedrez e inmigrante en Francia, confieso que, si bien estoy de acuerdo con el editorial, me permito recordar cuál es la situación francesa, que desde hace unos meses pasó de ser víctima de unos atentados atroces a ser el país paria que les prohíbe a las mujeres vestirse como ellas “quieren”, quedando al mismo nivel que una “república” islámica.

La ley francesa restringe el porte del velo integral por razones evidentes de identificación de las personas (pero permite el porte del velo que deja ver la cara)… Por eso yo hago la pregunta: ¿cómo hace un policía o un agente de inmigración para identificar a alguien debajo de un niqab o una burka?

En cuanto al burkini, el problema no venía de las mujeres que lo llevaban puesto, sino de los hombres de confesión musulmana que se pusieron, en una playa pública, a prohibir el acceso a las otras personas que no compartían su religión. En este orden de ideas pregunto: ¿quiénes son los intolerantes?

Insisto, el problema no es el burkini, sino la discriminación de la cual fueron víctimas los no musulmanes en esta playa. Para evitar este tipo de inconvenientes, el alcalde de esta localidad prohibió esta prenda y otros también tomaron la medida por razones de “seguridad”. En efecto, el Conseil Constitutionnel dictaminó que no era constitucional prohibir el burkini, a menos que la situación de orden público lo justificara, y varios de los alcaldes que tomaron esta medida tuvieron que renunciar a ella. Esta es la diferencia entre la república francesa y la “república islámica” de Irán.

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Por esta y muchas razones más, el debate de la prohibición del burkini en Francia no tiene nada que ver con la obligación de llevar el velo en Irán.

David Arrieta.

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Muy oportuno su editorial sobre el campeonato femenino de ajedrez en Irán. Es bueno que las mujeres sepan que estarían en un país donde por cualquier cosa que en Occidente es normal allá pueden ser condenadas a lapidación, azotes, etc. Es un verdadero peligro para las mujeres occidentales ir a Irán o a cualquier país musulmán. Es hora de que Occidente haga un frente común tendiente a que la cultura islámica vaya abandonando prácticas ancladas desde hace 1.300 años. O quizá sea mejor que el papa Francisco haga la tarea, ya que no provocaría la tercera guerra. Occidente tuvo la lacra de la Inquisición, que se acabó con la Revolución francesa, pero los musulmanes viven en su Corán sin ninguna evolución.

Toribio Araújo Segovia. Cartagena.

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Fuente: elespectador

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