El actor jugaba sus partidas por correspondencia, los símbolos que empleaba llamaron la atención del FBI.
Fianchetto, que significa pequeño flanco, es un término que en ajedrez indica una forma de mover el alfil. También es el título de un libro del mexicano Hugo Vargas. ‘Fianchetto’ reúne una serie de crónicas sobre aficionados al ajedrez. Y sobre maestros.
De Rousseau a Duchamp, pasando por Kubrick, Lenin, Chaplin o Fischer. También habla de Humphrey Bogart (y de Lauren Bacall, que no era mala jugadora). Para el actor, las cuatro cosas más importantes eran la familia, el cine, la navegación y el ajedrez.
En la época de McCarthy y la Caza de Brujas, el FBI tenía un expediente sobre el actor de más de cinco centímetros. Bogart jugaba partidas por correspondencia.
La jugada se envía con unos símbolos que a los legos en ajedrez le pueden parecer extraños, así que agentes del FBI se presentaron en su casa para preguntar por esos mensajes. Como si estuviera preparando el desembarco del comunismo en Estados Unidos con el movimiento de un caballo.
‘Fianchetto’ del periodista y editor mexicano Hugo Vargas (Tampico, 1956), es un delicioso descubrimiento para todos los amantes del ajedrez. Bajo el subtítulo ‘El ajedrez como una de las bellas artes’, ha sido publicado recientemente en la editorial independiente Trama editorial.
La obra recorre de forma amena en forma de crónicas el mundo del ajedrez y su relación con la literatura y el arte.
Habría que explicar el título: el fianchetto, palabra italiana que se puede traducir por pequeño flanco, permite desarrollar la diagonal de los alfiles, como significativamente se puede imaginar viendo la portada del libro.
Se trata, pues, de un conjunto de crónicas publicadas décadas atrás algunas y referidas al ajedrez en diferentes revistas y diarios mexicanos. El autor colabora en España en las revistas Letra Internacional y Texturas –vinculada a Trama editorial-. El libro fue publicado en diciembre de 2013 en México.
Es una satisfacción leer a este colega, amante del ajedrez, que desgrana en cinco apartados diferentes aspectos y personas relacionadas con el juego: Apertura, En ‘El Nogal’; Y entonces llegaron ellas; Ajedrez y revolución y Perfiles.
Como se explica en sus páginas, el autor ha hecho de su afición una paralela diagonal, así recorre diagonalmente con su ‘Fianchetto’, personajes, análisis y recorridos por los 64 escaques del tablero. Evidentemente de los personajes citados hay muchas ausencias, aunque si son todos lo que están.
Así menciona a filósofos como Rousseau o Marx, escritores como George Orwell, artistas como John Cage o Marcel Duchamp, actores como Charles Chaplin, Humphrey Bogart –se reproduce la posición inicial de la película Casablanca-, directores de cine como Stanley Kubrick, políticos como Fidel Castro, Lenin o Stalin…. Sus crónicas terminan reproduciendo una partida de ajedrez, en que participan los personajes citados.
En el capítulo final, ‘Perfiles’, recoge partidas de algunos grandes ajedrecistas de la historia aunque previamente ya había recogido algunas de Kasparov.
También hace aparecer a personajes de ficción como el detective Philip Marlowe –creación del escritor Raymond Chandler, gran aficionado- relacionándolo con el mítico campeón cubano Capablanca (a quien, por cierto, su compatriota poeta Nicolás Guillen dedicara un poema. Aunque si se trata de poesía y ajedrez escojo ‘Los jugadores de ajedrez’ de Fernando Pessoa, más allá de los muy conocidos versos de Jorge Luis Borges).
Del mismo modo, menciona a nuestro Fernando Arrabal quien comenta una partida jugada por Karl Marx, sin embargo omite su obra ‘La torre herida por el rayo’ de temática ajedrecista y que incluye, como en otras obras suyas, “los horrores de la dictadura comunista” como recuerda el autor.
Asimismo menciona al poeta, artista y ajedrecista español Eduardo Scala y la partida que jugó contra el ya citado Cage en 1991 con la mitad de piezas intercambiadas y que terminó, como no podía ser menos, en tablas. Abundando en el tema, aportar que esa partida entre Scala y Cage es también reproducida en el libro del artista español, publicado el año pasado, ‘El Juzgador de AjedreZ’ en el capítulo 5 titulado ‘Encaje en Cage, Rito del Infinito, la partida que el músico y el poeta celebraron en Madrid’.
Aunque se reproducen en el libro varias posiciones en el tablero tan sólo hay una foto reproducida. Se trata de una imagen significativa, tomada en 1908 en la isla de Capri de una partida entre Alexander Bogdanov y Lenin, teniendo como testigo al escritor Máximo Gorki que un año antes escribió ‘La madre’. Aunque no se reproduce la partida de la foto sí otra entre Lenin y Gorki. El escritor, gran aficionado, ganó dicho encuentro y mencionaba que Lenin “se enfadaba cuando perdía”. Cuando tomaron el poder los bolcheviques una de sus medidas fue popularizar el ajedrez, tarea encomendada a Nikolai Kirilenko que acuñó el lema, ‘Llevemos el ajedrez a los trabajadores’.
Otra partida reproducida es la del revolucionario Ché Guevara contra Miguel Najdorf, gran maestro internacional que nació polaco y murió argentino -aunque falleció físicamente en España, en Málaga a los 87 años- y que tiene una historia que contar. El ajedrecista se salvó de morir ya que era de origen judío –su nombre original era Moishé- porque se encontraba en Buenos Aires disputando la Olimpiada de Ajedrez cuando empezó la Segunda Guerra Mundial. Decidió, sabiamente, quedarse para siempre adoptando la nacionalidad argentina ya en 1944 siendo considerado el padre del ajedrez argentino.
Peor suerte corrieron varios ajedrecistas a los que la barbarie nazi acabó con sus vidas como el polaco David Przepiorka; el holandés, aunque nacido en Bochnia, la Galitzia polaca, Salos Landau; el alemán de origen judío, Sammi Fajarowicz, además de familiares de grandes ajedrecistas como la hermana de Emmanuel Lasker –curiosamente, el único jugador alemán campeón del mundo y que huyó de los nazis-.
El reverso de la moneda fue el ególatra, alcohólico y soberbio campeón del mundo Alexander Alekhine, quien publicó un infame ensayo ‘El ajedrez ario y el ajedrez judío’, en el que arremetía contra los judíos de forma hiriente por su ajedrez “oportunista y muy inferior” frente al “valiente y decidido” de los arios. Nació ruso, se dice que llegó a jugar con Troski, pero se nacionalizó francés. Coqueteó con el nazismo, jugó contra oficiales alemanes diferentes partidas, cobrando generosamente y cuando sospechó de la posible derrota de Alemania marchó primero a la España de Franco en 1943, donde fue recibido con honores. Realizó partidas de exhibición, jugando torneos locales e hizo tablas, incluso, contra el entonces ‘niño prodigio’ español Arturo Pomar. Finalmente, una vez ya consumada la derrota nazi, decidió ir a Estoril, en Portugal, donde murió sólo, en una habitación de hotel. La Federación británica de Ajedrez no le permitió participar en la disputa por el nuevo campeonato mundial por su colaboración con los nazis, por cierto colaboracionismo que en la Francia ocupada fue muy amplio. Cobarde hasta al final renegó de sus seis ensayos nazis –admitió dos ‘manipulados’- aunque se conservan los originales de su puño y letra. Dicho todo esto, fue también un gran ajedrecista.
Pero volviendo a la literatura sobre el ajedrez, mencionar que es extensísima pero para enlazar México y España me permito citar el delicioso cuento aparecido en la antología “Crímenes ejemplares” recopilada en 1991, del escritor español exiliado y nacionalizado mexicano, Max Aub. Citemos también el poema Ajedrez incluido en el libro ‘Diario de sueños’ (2011) del escritor y poeta mexicano Homero Aridjis. Fuera de la relación con México, recomendaría la pequeña novela corta y una de sus más originales, ‘Don Sandalio, jugador de ajedrez’, de Miguel de Unamuno.
Concluyo con la cita que cierra el libro de Hugo Vargas, “el ajedrez, como el amor, como la música, hace felices a quienes lo practican”. Es de Siegbert Tarrasch, gran ajedrecista alemán, -por cierto, también de origen judío por lo que sufrió el inicio del antisemitismo nazi-.
- Fianchetto de Hugo Vargas.
158 páginas.
Trama editorial 2015.
19 euros
Fuente: Mujerhoy y periodistas