Por Fernando Figueroa
Juan Carlos González Zamora es uno de los cuatro Grandes Maestros mexicanos que avala la Federación Internacional de Ajedrez. Tal rango se alcanza gracias a la suma de puntos ganados en competencias respaldadas por ese organismo, y González lo obtuvo desde 2004. Nació el 24 de junio de 1968 en La Habana, Cuba, pero desde hace 22 años vive en México y compite por nuestro país. Por el momento sólo tiene la residencia permanente, aunque planea obtener la nacionalidad (“hace algún tiempo inicié los trámites, pero un abogado me transó”, nos dice entre risas de resignación y con el acento isleño que no ha perdido).
González Zamora tenía nueve años de edad cuando cursaba el cuarto grado de primaria. En esa época, un compañero de nombre Rolando le enseñó a mover las piezas en un tablero y quedó “prendido y fascinado con la magia del ajedrez”. Juan Carlos se cambió de escuela y no volvió a ver a Rolando, pero tiempo después se inscribió en un club de La Habana, donde aprendió algo más que los fundamentos del juego ciencia.
Inspirado en los logros del campeón mundial cubano José Raúl Capablanca (1888-1942), nuestro entrevistado hizo del ajedrez su vida, aunque también obtuvo en Cuba la licenciatura en Cultura Física. Vivió 19 años en la Ciudad de México, pero se cansó de los congestionamientos viales y buscó un clima semejante al de La Habana. Fue así que llegó a Mérida, Yucatán, donde vive con su esposa y su hija Daila, una niña de siete años que ya debutó en un torneo de ajedrez; su hija mayor, Zulma, también juega en el DF.
Tuviste la fortuna de nacer en un país con gran tradición ajedrecística.
Sí. Cuba llegó a ser sede de campeonatos del mundo. Hubo una época en que el ajedrez estaba en todas partes: en las escuelas, las academias, los parques. El gobierno puso al ajedrez como prioridad para masificarlo, pero ya no lo es tanto.
¿Por qué?
Son tiempos de crisis. La mala noticia del año pasado fue el cierre de un icono del ajedrez en La Habana, el Club José Raúl Capablanca, que se fundó en los años cincuenta y donde yo me formé.
¿Capablanca te influyó?
Sí, por supuesto. Lo estudié muy a fondo y mi juego tiene que ver con él, salvando las grandes distancias.
¿Para conocer a ese genio es imprescindible leer Capablanca, leyenda y realidad, de Miguel Ángel Sánchez?
Es interesante, pero hay más cosas. Carlos A. Palacio también escribió mucho de él. Yo aprendí muchas cosas de Capablanca oyendo a señores muy ancianos. Por ejemplo, Francisco Planas nos llenaba de anécdotas que vivió con Capablanca en la Olimpiada de Buenos Aires, en 1939.
Capablanca perdió su título precisamente en Buenos Aires, ¿no?
Sí, eso fue antes, en 1927, contra Alexander Alekhine.
Decía Cabrera Infante que Alekhine fue el Salieri de Capablanca.
Sí, es que Alekhine impuso condiciones muy duras con tal de no darle la revancha.
¿Cómo se definiría el estilo de Raúl Capablanca?
Capablanca es la pureza, la armonía; tenía un pensamiento cristalino y profundo. Hacía parecer fácil la ejecución de una partida. Cuando analizas sus juegos, te maravillas. Para los que no saben mucho de ajedrez, habría que hacer una comparación con personajes de disciplinas deportivas, como cuando Nadia Comaneci obtuvo diez de calificación en la Olimpiada de 1976; o cuando Mohamed Alí estaba en la cúspide de su carrera, o Ayrton Senna en el automovilismo.
¿Y cómo es tu estilo de juego?
Yo juego según la posición en el tablero. Hay posiciones que requieren mucha paciencia y trabajo. En otras ocasiones requieres de explosividad, dinamismo, astucia, y un poco de intrepidez cuando se llega el momento oportuno. Una parte importante es conocer las fortalezas y debilidades de oponente, y a partir de ahí enfocar ataque a donde él no se mueve con naturalidad.
Esa era la especialidad del maestro Bobby Fischer.
Él fue un jugador impresionante, con una preparación sicológica muy fuerte. Fischer se enfrentó a solas contra toda una escuela rusa muy sólida. Lástima que esa misma tensión lo fue derrumbando y surgieron en él grandes miedos e inseguridades que lo pusieron en una situación de indefensión. Su preparación previa a las partidas era muy buena y llevaba a sus rivales a situaciones extremas.
¿Sueles disfrutar o sufrir tus partidas?
Muchas personas que me conocen me han dicho que quisieran jugar tan relajados como yo. Disfruto cada juego. Para mí no hay presión, no hay nervios. Doy mi máximo esfuerzo y me impongo retos, pero no me angustio.
¿En el mundo del ajedrez prevalece el juego limpio?
En términos generales, sí. Hay reglas no escritas que la mayoría sabe cumplir. Esta es una actividad, como muchas otras, que puede potencializar el ego de las personas, pero conforme avanzas te vas puliendo. El lema de la Federación Internacional es Gens una sumus, es decir: Somos una familia.
¿El ajedrez crea mejores personas?
A lo largo de los años he visto, no sólo como jugador sino también como maestro, que este juego sí forma buenos individuos. He tenido alumnos que son arquitectos, médicos, empresarios, y son hombres de bien; pienso que el ajedrez los ayudó de alguna forma.
¿Por qué en México no surgen grandes jugadores de ajedrez?
Porque no existe una estructura. He visto a muchos niños y jóvenes con talento que no pudieron seguir adelante por falta de apoyo. Aunque el ajedrez es un juego muy barato, llega un momento en que necesitas enfrentarte con rivales de mayor nivel en torneos regionales, nacionales e internacionales. Alguien puede decir que de una favela pueden surgir jugadores que luego lleguen al Barcelona o al Real Madrid, pero son excepciones.
¿En Mérida trabajas para alguna institución oficial?
Yo trabajo por mi cuenta. Afortunadamente, la gente me conoce y siempre estoy dando clases, clínicas y conferencias en Yucatán y en muchas ciudades del país. Hace muchos años trabajé para instituciones en el Estado de México y en el Distrito Federal, pero quedé muy decepcionado por el manejo de quienes están al frente del ajedrez. Todo es un problema, hay muchas ambiciones mezquinas, pago de favores, cosas así. Un ambiente poco favorable para una persona libre como yo.
¿Te gusta leer libros que no tengan relación con el ajedrez?
Me gusta leer novelas y textos de sociología, sicología, historia. El conde de Montecristo me marcó mucho de joven, luego me interesé por autores como Edgar Allan Poe y Arthur Conan Doyle. Después me apasionaron escritores que analizan el comportamiento humano, como el Marqués de Sade y Nietzsche, entre otros.
¿Y aplicas todo ese conocimiento al jugar ajedrez?
Sí, por supuesto.
Fuente: larazon