Rusia, país de referencia en la historia del ajedrez, logra poner su peón al frente de la Federación Internacional.
Ni ciudades sólo para el ajedrez, ni paseos espaciales con extraterrestres, y mucho menos sentarse a jugar una partida con odiados dictadores. Se acabaron las extravagancias en las altas esferas que dirigen este juego milenario convertido en deporte de competición. Tras décadas de estancamiento, es el momento de avanzar.
El encargado de engrasar los motores de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE, por sus siglas en francés), es su nuevo presidente, el ruso Arkadi Dvorkóvich, elegido esta semana en Batumi (Georgia) después de una sucia campaña electoral.
Una de las prioridades del nuevo directivo mundial será atraer patrocinadores para las competiciones
El Kremlin, a través de la Federación Rusa, estaba dispuesto a seguir apoyando al anterior presidente, Kirsán Iliumyínov, a pesar de estar al frente de la FIDE desde 1995 y de haber convertido la organización en su patio particular. Pero el millonario Iliumyínov estaba en la cuerda floja desde que Estados Unidos lo incluyó en el 2015 en la lista de sancionados por apoyar al presidente de Siria, Bashar el Asad. Eso generó problemas económicos a la federación y, finalmente, fue esta la que le pidió que dejase el puesto.
Rusia, la principal potencia mundial en ajedrez, no quería que el antiguo equipo de Iliumyínov siguiese con las riendas de la Federación, pero con el vicepresidente griego Georgios Makropoulos al frente, con lo que perdería influencia en una de las federaciones deportivas más grandes del mundo. Así que puso en juego su propio peón para renovar la institución. La propuesta fue un gestor joven pero experimentado, con lazos familiares en el ajedrez y con buenas agarraderas políticas. Arkadi Dvorkóvich (46 años) fue desde 2008 consejero del presidente ruso, entonces Dimitri Medvédev, y los últimos seis años ha sido viceprimer ministro del Gobierno. Este año ha sido uno de los principales organizadores del Mundial de fútbol.
“Hay que lograr que la popularidad del ajedrez sea comparable a la del fútbol”, dice Arkadi Dvorkóvich
La renovación que propone Dvorkóvich supone desterrar la corrupción endémica que se sospecha corroe las estructuras del poder federativo y hacer que el ajedrez atraiga al público general. En la presentación de sus líneas maestras apuntó muy alto. “Hay que lograr que su popularidad sea comparable a la de los futbolistas. Después de todo, desde Kaspárov y Kárpov el nivel de popularidad, el conocimiento general de los campeones ha descendido mucho”, argumentó. Ejemplo claro es que, más allá de los aficionados, a poca gente le suena el nombre del actual campeón del mundo, el noruego Magnus Carlsen.
Y es que salvo momentos de gran repercusión mediática, como en la guerra fría con el estadounidense Bobby Fischer o durante la rivalidad entre Gari Kaspárov y Anatoli Kárpov, siempre ha sido difícil atraer inversores. “La FIDE tiene que aprender a ganar dinero”, dijo Dvorkóvich tras ser elegido.
Durante la campaña electoral Makropoulos acusó a Dvorkóvich de utilizar la influencia rusa para lograr votos de otros países. A pocos días de la votación, que coincidió con la Olimpiada de ajedrez, que se juega cada dos años, acusó a Rusia de prometer a Serbia ayuda financiera a cambio del voto por su candidato. Además, aseguró que el presidente ruso, Vladímir Putin, había pedido apoyo al primer ministro de Israel, Beniamin Netanyahu.
El candidato ruso contraatacó diciendo que hacer lobby no viola ley alguna y dio una patada a las cloacas al acusar a su rival de corrupción. Makropoulos trabaja como directivo desde los años 80. El Comité de ética de la FIDE rechazó las acusaciones del griego y dejó libre el camino a la victoria del ruso, que logró un triunfo claro: 103 votos frente a 78. Jaque mate. Había un tercer candidato, el gran maestro inglés Nigel Short, subcampeón del mundo en 1993, que el mismo día de la votación se retiró y apoyó el peón del Kremlin.
Ahora Dvorkóvich tiene que apartarse de las formas del anterior presidente. Iliumyínov era presidente de la región budista de Kalmikia, una de las más pobres de Rusia, cuando en 1995 se convirtió en presidente de la FIDE. Fanático entusiasta del ajedrez, convirtió el juego en asignatura escolar y creó toda una Ciudad del ajedrez.
Poco antes de ser destituido como presidente de Kalmikia, en 2010, Iliumyínov contó que en 1997 los extraterrestres llegaron a su balcón y se lo llevaron en una nave espacial. “Son como nosotros”, “no estamos solos”, dijo entusiasmado. Más controvertidos y reales fueron sus contactos con Muamar el Gadaffi, con quien jugó al ajedrez en 2011 poco antes de que comenzase la guerra en Libia; con Sadam Hussein, a quien visitó en el 2003, antes de la invasión de Irak por EE.UU. ; y con el líder sirio Bashar el Asad.
Dvorkóvich proviene de la política, pero no es un desconocido para el mundo del ajedrez. Su padre fue un destacado árbitro internacional que formó parte del equipo de entrenadores de Kaspárov. El propio Dvorkóvich fue vicepresidente de la Federación Rusa de Ajedrez entre el 2007 y el 2009. “Mi padre dedicó su vida al ajedrez, y desde mi infancia he conocido a ajedrecistas, organizadores de torneos, árbitros. Por eso todo es muy cercano para mí”, ha explicado el desde ahora verdadero rey del ajedrez.