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La vida en la segunda mitad del tablero de ajedrez

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Foto:Javier Joaquín

La nueva era de avances científicos lleva a muchos a pensar qué hará la tecnologíacon la humanidad; el autor Erik Brynjolfsson invita a analizar qué haremos nosotros con ella.
Sebastián CampanarioLA NACION
Una vieja leyenda sobre la invención del ajedrez, en la India en el siglo VI d.C., se convirtió en una de las favoritas de economistas y tecnólogos para describir el panorama de cambios radicales que enfrentan las personas, las empresas y los gobiernos en el marco del debate por la innovación. La historia cuenta que el juego ciencia fue ideado por un hombre muy inteligente que viajaba a Pataliputra, la ciudad capital del Imperio Gupta. El viajero aprovechó su visita para mostrarle su creación al emperador, quien quedó tan impresionado con el juego que le ofreció al inventor que eligiera su recompensa. «Lo único que deseo es poder darle de comer a mi familia», dijo el hombre. «Colocad un grano de arroz en el primer casillero del tablero, dos en el segundo, cuatro en el tercero y así sucesivamente, siempre duplicando la cantidad del casillero anterior, hasta completar los 64 casilleros.»

El emperador, impresionado por la aparente modestia del inventor, aceptó de inmediato. Hasta el casillero número 32 (la mitad del tablero) la cantidad de arroz aumentaba en términos razonables: 4000 millones de granos de arroz es lo que produce un campo grande por año, algo factible de pagar para el emperador, y ese fue el número resultante de elevar dos a la potencia 32. El problema sobreviene en la segunda mitad: para el casillero 64, la cantidad de granos requerida supera al monte Everest, y es más que toda la producción mundial de arroz de la historia. Erik Brynjolfsson, director del Centro para los Negocios Digitales del MIT, recurre a esta leyenda para describir «la dimensión desconocida» que enfrentan individuos, gobiernos y empresas a partir de la difusión de tecnologías exponenciales, en su libro La segunda era de las máquinas, que escribió en coautoría con el científico Andrew McAfee, y que Temas editó en español para América latina.

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«Entramos en la segunda mitad del tablero de ajedrez y las reglas son completamente distintas», dice Brynjolfsson en diálogo con la nacion. «Hay gente muy asustada y otra muy entusiasmada con este debate, yo creo que en general se comete un error: tanto los pesimistas como los optimistas se preguntan qué le hará la tecnología a la humanidad, y la pregunta relevante es al revés: qué haremos nosotros con la tecnología», explica. Para el académico se viene una etapa de decisiones importantes sobre qué valores se priorizarán: «La tecnología puede servir para enriquecer a unos pocos o para servir a todos, el resultado no está dado, dependerá de las opciones que tomemos».

La segunda era… es una de las «biblias» de la economía de la disrupción, un best seller de divulgación que en quince capítulos resume los ejes centrales de la economía de la innovación, con apuntes sobre el futuro del mercado de trabajo, la interacción con inteligencia artificial, la digitalización de todo y los desafíos de desigualdad que esta agenda implicará. Si tiene que elegir una tecnología exponencial que «lo cambiará todo», el autor se decide por la inteligencia artificial, y en especial la línea del «aprendizaje profundo». «Esta avenida de avances ya permitió que las máquinas detecten fraudes, reconozcan rostros humanos o le ganen al juego Go a un gran maestro. Creo que apenas sospechamos el impacto que tendrá el deep learning sobre la prosperidad, el crecimiento y el empleo.»

En el mundo de la segunda mitad del tablero de ajedrez, las denominadas «economías de superestrellas» se potencian al infinito, y vuelven más relevante y cierto que nunca la máxima de que «el ganador se queda con todo». El concepto de economía de superestrellas fue acuñado por primera vez en 1981 por el economista Sherwin Rosen. «En muchos mercados, los compradores de productos o servicios prefieren al de mejor calidad -explica Brynjolfsson-; cuando hay restricciones de capacidad o costos de transporte significativos, las segundas o terceras alternativas pueden capturar parte del mercado. Pero, ¿qué sucede si surge una tecnología que permite que el vendedor replique a bajo costo sus servicios y los entregue globalmente sin mayores costes? Eso hará que el segundo proveedor, aunque sea casi tan bueno, no tenga demanda. Y cuando una economía se vuelve más digital, el juego en el que el ganador se queda con todo se vuelve más atractivo.»

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Por eso el mundo de las empresas digitales exitosas (Google, Facebook, Uber, AirBnB, Amazon) está mucho más concentrado que el campo offline.

Aquí el profesor del MIT cita un ejemplo que escribió Alex Tabarrok, economista de la Universidad George Mason y autor, junto a Tyler Cowen, del muy exitoso blog Marginal Revolution. Tabarrok cuenta la historia de escritores famosos, desde Homero hasta J. K. Rawling, la autora de Harry Potter. «Homero contó grandes historias, pero no podía ganar en una noche más que, digamos, lo que unas 50 personas podían pagar por una velada. Shakespeare tuvo más suerte: el Teatro Globo recibía 3000 personas y, a diferencia de Homero, no se requería su presencia física para ganar plata. Además, sus palabras estaban apalancadas por la tecnología de la imprenta. Con la baja de costos, J. R. R. Tolkien pudo vender más que Shakespeare. Hoy la tecnología ha sobrecargado la capacidad de autores como Rowling para apalancar sus talentos con la digitalización y la globalización», explica Tabarrok.

Las historias de Rowling pueden capturarse en películas y videojuegos, y cada uno de los formatos, incluyendo los libros originales, pueden distribuirse de forma digital globalmente a un costo trivial. Las economías de superestrellas en su enésima potencia, que el profesor del MIT llama «cambio técnico sesgado hacia el talento». Como decía una controvertida publicidad de Nike: «No se gana la medalla de plata: se pierde la de oro».

El autor de La segunda era… asegura que este 1% que se lleva todo, para el caso de EE.UU. no está necesariamente en Wall Street. De hecho, Steve Kaplan, de Chicago, citado en el libro, asegura que la mayoría está en otras industrias: medios y entretenimiento, deportes, derechos: son en general emprendedores o ejecutivos senior. «Las nuevas tecnologías están apalancando el talento como nunca pasó. Alguien con una buena idea, un talento especial o simplemente mucha suerte tiene el potencial, de la noche a la mañana, de poder alcanzar una clientela potencial de miles de millones de personas. Vemos que esto está pasando mucho con las empresas de software, y pensemos que día a día cada vez hay más firmas que pasan a tener el software en el corazón de su actividad», marca el autor.

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Este es el mundo en el cual «las ventajas relativas llevan a la dominación absoluta -sigue Brynjolfsson-; la distribución del ingreso no sólo es más desigual, sino que tiene una forma muy diferente». La economía industrial tradicional está acostumbrada a la gráfica de una curva de Gauss: mucha gente en el promedio de la campana, y a medida que se alejan de la media cae estrepitosamente la probabilidad de encontrar individuos extremadamente ricos o pobres. Pero en economías de superestrellas manda una «distribución de potencias»: los resultados extremos son más habituales de lo que marca nuestra intuición, algo que analizó en detalle Nassim Taleb en su libro El cisne negro. Una dimensión desconocida, completamente extraña para los economistas: la vida en la segunda mitad del tablero de ajedrez.

sebacampanario@gmail.com

Fuente: lanacion

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