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Cuento: El profesor de ajedrez (5/6)

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Por: Luis Alberto Arcos Salazar

Ernesto se mostraba indeciso y a la vez animado. Al fin, llamó por teléfono a su sobrino Julio, un adolescente que estaba al día con la tecnología, como todos los chicos de su generación, y le pidió que lo asesorase. De esta manera, al cabo de un mes, previa preparación intensa y ensayos frente al espejo, abrió un canal de YouTube donde enseñaba a jugar el deporte ciencia a niños a partir de los ocho años de edad.

Para su sorpresa, tan solo a las tres semanas de haber creado su canal, ya tenía cientos de seguidores. Esto llenaba de felicidad a Ernesto porque siempre deseó que este maravilloso deporte fuese más difundido, sobre todo entre la niñez. Estaba seguro de que su práctica desarrolla la inteligencia, la madurez, la concentración y es una excelente forma de aprender a tomar decisiones.
Esta fue también una oportunidad para Ernesto de ganar dinero a través de Youtube y le dio la satisfacción de convertirse en maestro. Como sus alumnos eran niños, y con el objeto de motivarlos, además de enseñarles a jugar les contaba acerca de los inicios del ajedrez. Les relató la leyenda de cómo surgió: hace muchísimos años, mil doscientos años atrás, en cierta parte de la India, un rey llamado Sheram, en una de las batallas de su ejército, perdió a un hijo. Esa desgracia lo sumió en una profunda tristeza. Pero sucedió que, años más tarde, un buen día se presentó en su corte un hombre llamado Sissa y pidió hablar con él. Sissa le presentó un juego que le aseguró le interesaría y lo sacaría de su hondo sufrimiento.

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Se trataba justamente del ajedrez. Después de explicarle las reglas y entregarle un tablero con 32 piezas, el rey aprendió a jugar. Se entusiasmó tanto que poco a poco fue dejando atrás su tristeza.

Existen otras muchas leyendas sobre el origen del ajedrez, pero es un hecho que se popularizó en casi todo el mundo.
Paralelamente, Ernesto seguía instruyendo a Natalia, quien, para felicidad de sus padres, en especial de su papá, tras unos meses de práctica ya se vislumbraba como una nueva promesa para el ajedrez infantil del país. Ernesto no dudaba que cuando se superara el estado de emergencia y se pudieran llevar a cabo actividades deportivas, su hijita despuntaría en cada campeonato en donde participara

(Continuará)

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