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El ajedrez y la política

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Cada partido político tiene su propia estrategia.

El ajedrez estimula la inteligencia, la memoria y sobre todo, la voluntad del jugador; es toda una asignatura; además, divierte
Hipólito Gómez de las Roces

Está comprobado que el ajedrez aporta a la educación, el desarrollo de una suma de aptitudes intelectuales que encontrándose entre el acervo natural del ser humano, se multiplican con el ejercicio ajedrecista; así sucede con la capacidad de análisis, la memoria aplicada y la toma de decisiones.

No obstante, deben ser pocos los jugadores que nos puedan ofrecer hazañas espectaculares que nos parecen asombrosas porque la mayoría de los innumerables usuarios del ajedrez no estamos preparados para hacer alardes de talento y de concentración que se atribuyen a grandes jugadores como Najdorf, «un portento mental» que en 1947, afrontó 45 partidas simultáneas jugadas por él a la ciega, algo que no le impidió ganar 39, empatar 4 y perder solamente, 2 de aquellas partidas.

La aportación del ajedrez al mundo educativo sería preocupante, si quisiéramos hacer de cada escolar un fenómeno del tablero; no creo que fuera recomendable cultivar un huerto de campeones, dedicados full time a ser grandes ases. Sin citar nombres, conozco el caso de un niño que habiéndose revelado muy pronto cómo gran maestro del ajedrez, no se mostró capaz de alcanzar un título universitario.

El ajedrez, llevado s sus extremos, podría convertir en un fin lo que sólo puede ser para la inmensa mayoría de sus practicantes un medio, sólo un medio formativo muy idóneo para aprender disfrutando y asimilando conocimientos de aplicación varia: la capacidad crítica de situaciones diversas, la importancia de practicar la lógica y la objetividad precisas para que no imputemos la culpa de lo que nos pase en el tablero, a cosa distinta de la de nuestros propios errores.

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Tuve un viejo amigo que cuando vino Alekhine a España, participó en unas simultáneas contra él y escuchó decir al gran maestro que, en el ajedrez, la causa de las derrotas, únicamente era imputable al propio perdedor; una afirmación que me parece casi imposible de rebatir; ahí reside la grandeza del ajedrez.

En este «bosque animado» que atraviesa ahora la política española tras las elecciones del 20-D, uno se pregunta si se podría comparar la política con el ajedrez, de manera que fuese viable dar con unos resultados verosímiles que nos aproximaran a una verdad política; sería un hallazgo a celebrar por todas las personas de buena voluntad, aunque sencillo, nunca. En el ajedrez, las normas son de obligada observancia; o se cumplen o la victoria sería una mera falacia. No ocurre igual en la política en la que las reglas pueden ser algo heterodoxas.

España participó en el perfeccionamiento del ajedrez recibido del mundo árabe, incorporando al juego medieval, nada menos que la figura de la Reina que sustituyó a una ambigua pieza del juego árabe que iba y venía por el tablero, desplazándose en diagonal, casilla a casilla, con obligada lentitud y eso sí, si conseguía alcanzar ilesa, la primera línea del equipo contrario, se transformaba en Reina; su plena movilidad dotó al ajedrez moderno de un dinamismo del que antes, había carecido.

En el 2012, el Congreso de los Diputados aprobó ¡por unanimidad!, cosa rara, que el ajedrez se emplease en nuestras escuelas como «refuerzo pedagógico». Hay que confiar en que cada Comunidad Autónoma esté procurando algo más de lo necesario, para que tal incorporación, asaz barata, sea de las exitosas. El ajedrez no es un juego de azar, sino de pensar, prever y resolver antes de cada movimiento, llevando un control concienzudo sobre lo que ya pasó en la partida y claro, sobre lo que pueda pasar en el resto de ella. En la política ocurre cosa parecida pero el tablero es el de España entera y los votantes expresan innumerables ideas.

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Pero ¿quiénes se dedican a la política? Pues por acción u omisión, a la hora de votar, todos los mayores de edad, por supuesto, pero a la hora de legislar y de gobernar, ¿también todos o los que sepan más y ofrezcan una actitud más generosa? Un drama de la política reside en que hay muchos que quieren pero que no saben y otros que sí saben pero se resisten a embarcarse en empresa tan abrumadora y que deja tocados a muchos, sin merecerlo; hablo de personas, no de partidos.

Ajedrez y política se parecen poco; por ejemplo, en el ajedrez no están previstas las zancadillas; en eso, la política se parece más al fútbol. El ajedrez permite las celadas pero éstas no son trampas sino movimientos lícitos e ingeniosos: las reglas del ajedrez no permiten las infamias que son una de las más sucias tretas de la política cotidiana, ¿cómo las podríamos «ajedrezar?».

Fuente: elperiodicodearagon

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