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La tentación de hacer trampas en ajedrez

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La irrupción de los programas informáticos de ajedrez cambió el juego para siempre.

La capacidad de cálculo de cualquiera de estos ingenios es superior a la del mejor jugador del mundo. No hay forma de competir contra una computadora. Los jugadores profesionales la utilizan como herramienta de estudio y para desentrañar la verdad de una posición.

Cómo será la influencia que hoy tienen los programas de ajedrez que en Internet han caído en desuso las partidas a cinco minutos, precisamente porque hay quienes los utilizan para ganar partidas. El ritmo más usado en partidas rápidas es de tres minutos.

Escándalo con un iPhone

El año pasado, se produjo un escándalo en un abierto internacional jugado en Dubai. Un gran maestro georgiano fue expulsado de la competencia cuando descubrió que hizo trampas con su teléfono celular en una partida que jugó contra el armenio Tigran Petrosian (homónimo del campeón mundial soviético entre 1963 y 1969).

Gaioz Nigalidze fue denunciado por su contrincante, quien sospechó que estaba usando un programa de ajedrez para ayudarse en la partida.

Primero Petrosian pensó que el georgiano sufría algún tipo de dolencia intestinal, ya que iba al baño jugada tras jugada.

Pero después de indagar que Nigalidze usaba el mismo retrete, se quejó formalmente ante el árbitro.

El árbitro “allanó” el baño y encontró un iPhone camuflado entre unos papeles higiénicos. Nigalidze negó que fuera su teléfono, pero las evidencias fueron contundentes: tenía una cuenta de Facebook a su nombre y, por si fuera poco, la posición de la partida que estaba jugando con Petrosian.

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En ese momento, el maestro georgiano vio la roja. Ahora muchos se explican cómo Nigalidze fue campeón de Georgia consecutivamente en 2013 y en 2014.

En los torneos de ajedrez está prohibido tener encendidos los celulares durante las partidas.

De hecho, si en un juego a un ajedrecista le suena el teléfono, automáticamente se le da por perdida la partida.

Juego de caballeros

Siempre se ha dicho que el ajedrez es un juego de caballeros. Y nadie más podría ser considerado un gentleman del juego ciencia como Boris Spassky.

El excampeón mundial tuvo la deferencia de sumarse al aplauso del público cuando inclinó su rey en la sexta partida contra Bobby Fischer. “¿Viste lo que hizo?”, le diría después el estadounidense a su confidente William Lombardy.

Pero no todo es así en ajedrez. La más desopilante denuncia de trampas la formuló Víctor Korchnoi en su primer match por el campeonato del mundo frente a Anatoli Karpov, en 1978, en Baguío, Filipinas.

Korchnoi, exiliado de la entonces ex Unión Soviética, acusó a Karpov de recibir ayuda encriptada en un pote de yogur, que regularmente recibía el ruso de su equipo al promediar la partida.

Korchnoi decía que si el yogur era de vainilla, podía contener un mensaje del tipo: “Atacalo”; en cambio, si la bebida era de durazno, el consejo podía ser: “¡Guarda, tené cuidado con ese caballo!”.

El comité del match no tuvo más remedio que laudar en favor de Korchnoi y desde ese momento Karpov siguió recibiendo yogur, pero sólo de vainilla.

Pero las denuncias no terminaron ahí. En su libro Antiajedrez, Korchnoi cuenta que Karpov llevó entre sus asistentes a un parapsicólogo, el doctor Vladimir Zoukhar, para “neutralizar” su mente.

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El parapsicólogo en cuestión se sentaba en la primera fila de la sala de juego y miraba fijamente a Korchnoi, quien protestó airadamente a los organizadores.

Como al principio no atendieron su sugerencia, Korchnoi comenzó a jugar con lentes espejados. La cuestión se resolvió ubicando al parapsicólogo en las últimas filas, lejos de la vista de “Víctor el Terrible”.

Incluso, Korchnoi recibió la ayuda de yoguis filipinos, quienes se colocaban cerca de Zoukhar para “neutralizar” las malas ondas.

Fuente: lavoz

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