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Un argentino es el mejor ajedrecista del mundo entre los menores de 8 años

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Ilan va a tercer grado y tiene dos horas preferidas: la de educación física y la de matemáticas. (Foto: Julieta Ferrario)

Por primera vez en el historial del milenario juego, un ajedrecista argentino alcanzó el privilegio de ubicarse como N°1 del mundo. 

Ilan Schnaider, vecino del barrio de Palermo y que el pasado 8 de febrero cumplió 8 años, en los registros de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE, según sus siglas francesas), es señalado como el mejor ajedrecista Sub-8 del planeta; una marca que se extiende por América como el mejor hasta 9 años y en la Argentina, su nivel de juego está por encima de los menores de 10. Todo un récord para el nuevo niño maravilla de los escaques y trebejos.

Hace una semana, Ilan, hincha de Boca, exhibió sus credenciales de altas capacidades para descifrar los entresijos del juego ciencia tras consagrarse por tercera vez consecutiva en campeón argentino de ajedrez en la categoría de menores de 8 años. Ante 26 rivales, en un certamen a nueve ruedas, Schnaider, socio del Círculo de Ajedrez Torre Blanca, finalizó invicto con el ciento por ciento de los puntos en disputa. «Sí, me gustó ganar otra vez pero esta fue la más fácil de todas», dijo sin eufemismos el talentoso niño que cursa el tercer grado en la Escuela Martín Buber, habla tres idiomas (castellano, inglés y hebreo), y está dando sus primeros pasos en el estudio de violín.

Acaso pueda resultar curioso que a los 8 años, y con solo tres de ellos dedicados a pulir los rudimentos en el juego, este chico desafíe a sus pares como un experto en una actividad con más de quince siglos de historia documentada, pero de la que se conocen una innumerable cantidad de niños prodigios. «La idea es acompañarlo, que siga jugando y divirtiéndose, pero sin descuidar su entorno emocional y social», dicen casi a dúo Carolina y Ram -que también son padres de Dana, de 6 años-, y cuyas vidas giran en torno de la nueva promesa del ajedrez argentino.

Sin bien la práctica del noble juego llegó al país hace más de cuatro siglos, apenas un puñado de ajedrecistas vernáculos por dedicación y talento logró treparse hasta la cima, mientras otros se quedaron en el intento. Si hablamos de conquistas individuales, la nómina se recita de memoria: Oscar PannoCarlos Bielicki y Pablo Zarnicki (los campeones mundiales juveniles), Marcelo Tempone (campeón mundial cadete) y Sandra Villegas (campeona mundial infantil). La última medalla dorada llegó en 2014, la obtuvo el joven Alan Pichot (campeón Mundial Sub-16, y que hoy, a los 20, es el 3er mejor ajedrecista del ranking argentino detrás de Sandro Mareco y Diego Flores). Justamente Schnaider parece ser la estrella en ciernes que se encamina a tomar la posta que dejaron sus geniales predecesores.

—¿Qué ajedrecistas admiras o te gusta ver sus partidas?

—De la Argentina, pocos. Me gusta el juego de Pichot (Alan), y de los de afuera aprendí mucho estudiando las partidas del ex campeón mundial Alexander Alekhine. Ah, por supuesto, también me gusta Magnus Carlsen (el actual campeón mundial).

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La concentración de Ilan en medio de una partida. El padre no quiere que juegue mucho ajedrez blitz (partidas a 3 minutos por jugador) para que no adquiera un hábito impulsivo en lugar de la reflexión

El romance de Ilan con el ajedrez nació en el verano de 2015, cuando su papá advirtió la facilidad con la que su hijo superaba los obstáculos de un videojuego en el celular. «La pantalla te enseñaba durante tres segundos el orden de la aparición y de ubicación de monedas, si lo acertabas. se iba incrementando su número; ¡Ilan podía memorizar hasta más de diez!», contó Ram con esfuerzos para sostener la emoción del recuerdo. Y agregó: «Después de eso acordamos con mi mujer enseñarle ajedrez, y el resultado fue más tremendo aún. No solo aprendió a memorizar el orden de ubicación de las piezas, sino también sus movimientos, y enseguida, a sistematizar los planes para dar mates de torre y rey contra rey. Hoy ya sabe dar en un minuto el complicado mate de caballo, alfil y rey contra rey y peón, que consiste más o menos en una secuencia forzada de más de veinte jugadas». Ilan, un observador durante el comentario de Ram, apenas pestañea para asociar lo que ve con lo que escucha. Por eso sus reflejos están intactos a la hora de una nueva consulta.

-¿Y cuánto tardaste en ganarle a papá?
-Un poco (risas). Hoy es más fácil ganarle en partidas rápidas (Ilan también es campeón Sub-12 en ajedrez rápido), en las pensadas estamos más parejos.

En la especialidad rápida (partidas a 10 minutos por rival), el pequeño Ilan tiene una victoria ante la campeona argentina y maestra internacional Florencia Fernández, y empates con Franco Villegas y Julio Benedetti (ex campeones sudamericano Sub-18 y Sub-20, respectivamente).

Durante 2016, el pequeño Ilan tomó clases en el Círculo Torre Blanca (Sánchez de Bustamante 587) y allí tuvo por profesores a Florencia Semprevivo, Igor Dubrovich, Alejandro Rey y Fabián Fiorito. Sus progresos vinieron de la mano de su ascenso en el ranking y de logros inimaginables.

Con solo dos años de práctica y estudios, entre 2017 y 2019 ganó de manera consecutiva los tres Argentinos Sub-8; en 2017 fue escolta en el Sudamericano en Paraguay, al año siguiente fue 2° en el Panamericano en Chile, y en el mismo 2018 viajó al Mundial Sub-8 en Santiago de Compostela, donde sus rivales lo superaban en un año, y finalizó 13°, entre 135 jugadores.

Con el crepúsculo, el orden y la rutina parecen apoderarse sigilosamente del hogar de los Schnaider; Ram y Carolina dejan de lado sus tareas comerciales y se ocupan de la casa, Ilan, previa merienda, se prepara para jugar ajedrez frente a la compu, y la pequeña Dana recorre el largo del living ensayando nuevos movimientos de danza.

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Ram, el papá que le enseñó los primeros pasos en el ajedrez, junto con Carolina, la mamá que suele viajar con Ilan a los torneos, y Dana, la fan número uno de su hermano (Foto de Julieta Ferrario)

—¿Cómo se lleva Dana con su hermano?

—Muy bien; ella es la principal fan. Quiere saber todo lo que se dice y se escribe sobre él.

—¿Cómo manejan el tema de tener un hijo con altas capacidades?

—Siento mucho orgullo por las cosas que ha logrado en tan poco tiempo, pero tengo en claro que no es ningún superdotado. Sí debo reconocer que su madurez es mayor a la de los chicos de su edad y que tiene una enorme facilidad para los cálculos, la lógica y las matemáticas, por eso se adaptó fantásticamente con el ajedrez —expresa Carolina.

—A mí me causa mucha emoción verlo jugar y recibir devoluciones de los especialistas de este juego que lo han calificado de brillante. Me parece estar viéndolo cuando ganó su primer campeonato argentino, después de terminar el preescolar y, con 6 añitos recién cumplidos, enfrentándose a sus rivales de 8 años —dice, por su parte, Ram.

Tal vez porque el número de niños con altas capacidades es de solo dos casos cada 100 y casi el 60% de ellos padecen el fracaso escolar, los Schnaider parecen estar más atentos a los movimientos que su hijo efectúa en la escuela que frente al tablero. «No nos interesa descubrir el potencial de su coeficiente intelectual, no hemos practicado ningún test, solo queremos verlo feliz, sostenerlo en el ajedrez mientras le dure la pasión y que vaya quemando etapas sin descuidar los estudios», aseguran los padres.

—¿Te gusta el colegio, Ilan?

—Sí, me gusta mucho. Es lindo jugar al fútbol con mis amigos; a veces soy delantero y otras, arquero. Pero lo que más me gusta es la hora de Educación Física y la de matemáticas.

A casi un siglo de los primeros estudios realizados en la extinta Unión Soviética para descubrir los beneficios y virtudes de la práctica del ajedrez, varios científicos e investigadores de los cinco continentes coinciden en que el ajedrez, además de mejorar el rendimiento de los chicos en matemáticas, también lo hace en comprensión lectora. En tal sentido, el comportamiento del nuevo prodigio del juego parece darles la razón, no solo por su capacidad para resolver los cálculos matemáticos —sin conocer las tablas utiliza un método casero para multiplicar incluso de manera mental—, sino porque desde hace unos meses se asoció a la lectura de algunos clásicos de la literatura, como Príncipe y mendigo, de Mark Twain, y Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga.

«Me gustan los cuentos, pero primero resuelvo los ejercicios de táctica que me deja el profesor, y recién después me pongo a leer», afirmó el tricampeón argentino de ajedrez y amante de las pizzas caseras que le prepara su mamá Carolina.

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Ilan saluda a Carlos Bielicki (78), quien fue campeón mundial juvenil de ajedrez, en un torneo intergeneracional donde suelen cruzarse veteranos y niños

—¿Pero cuántas horas por día jugás ajedrez?

—A la mañana me levanto temprano y antes de ir al colegio estoy media hora resolviendo problemas de ajedrez. Cuando vuelvo a la tarde hago los ejercicios y después juego en Lichess –un club de ajedrez en Internet donde ciento de miles de aficionados juegan de manera anónima partidas blitz y semirrápidas las 24 horas del día– ahí estoy conectado alrededor de dos horas. En total deben ser cuatro horas por día.

Son sus padres los que le ponen el límite horario a la dedicación y el control de lo que hace frente al tablero. «No queremos que esté todo el día jugando ajedrez, ni tampoco que juegue mucho ajedrez blitz (partidas a 3 minutos por jugador). Es que de esa manera adquiere un hábito impulsivo en lugar de la reflexión. El ABC del ajedrez es observar, pensar y decidir», cuenta papá Ram, quien le enseñó los primeros palotes del juego a su hijo hace apenas cuatro años.

Otra preocupación en el hogar es que el avance del niño junto al ajedrez traiga aparejado una serie de gastos difíciles de afrontar. Tratándose de un menor, cada pasaje, estadía y alojamiento conlleva el adicional del adulto que lo acompaña.

«Es cierto, no vivimos mal, porque trabajamos los dos, pero no nos sobra el dinero. Si me pongo a pensar en los gastos de cada viaje al exterior sumado al lucro cesante de no poder atender mi negocio, el resultado causa espantos. Este año será muy bravo, en julio hay un viaje al Panamericano en Ecuador y al regreso, en agosto, comienza el Mundial Sub-8 en China. ¿Sabés el gasto de movilidad que se nos viene?», suelta Ram.

—¿Y vos querés jugar el Mundial en China?

—Y sí, ya conozco varios países, y ese no lo conozco.

—¿Cómo te lo imaginás, y cómo te van a entender los chinos?

—No sé, creo que es un país grande con mucha gente. Y todos los chinos deben saber otro idioma. Yo voy a empezar con el castellano, y si no me entienden, les voy a pedir las cosas en inglés.

—Ya sos tricampeón argentino Sub-8. ¿Qué te gustaría ganar ahora?

(Piensa por unos segundos…) —Ganar el torneo de la Legislatura que empieza mañana (se trata de la mayor competencia del año, con más de 500 inscriptos y 200 mil pesos en premios que se jugará en el Salón Dorado de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires).

—¿Y no te parece mucho?

—¡Bueno, vos me preguntaste y yo elegí!

Ilan Schnaider, el nuevo niño maravilla, fruto también del frondoso y añejo árbol del ajedrez argentino; el mismo que pese a lo maltratado y olvidado, aún vive de lo que tiene sepultado.

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