La fiebre del ajedrez (Shakhmatnaya goryachka, 1925) hoy está considerado todo un clásico del cine cómico mudo, todo un modelo de diversión enloquecida, realización trepidante y montaje prodigioso que, dentro de su sencillez, sublima cualquier asomo de propaganda política y supone una desternillante pieza de humor en estado puro.
De su realización se encargaron Vsevolod I. Pudovkin y Nikolai Shpikovsky. Esta fue la primera película de ficción de Pudovkin, uno de los grandes directores del cine soviético, del cual viendo esta locura uno no adivinaría los fabulosos dramas sociales que poco después le harían entrar en la historia del cine a lo grande. Él fue también el responsable del fantástico montaje, tarea que había aprendido trabajando en el taller de Lev Kuleshov, encargándose Shpikovsky de la escritura del guion. En pequeños papeles también aparecerían otros gigantes de la cinematografía rusa: Boris Barnet, Yakov Protazanov y Fyodor Otsep. Estos dos últimos venían de dirigir y escribir, respectivamente, el clásico de la ciencia ficción soviética de vanguardia Aelita (1924).
La fiebre del ajedrez comienza con un primer plano del cubano José Raúl Capablanca, Campeón del Mundo de Ajedrez de ese entonces y la gran estrella del Torneo. A continuación, los jugadores enfrentados ante los tableros rodeados por la multitud que se apiña por verlos jugar. Niños, jóvenes y viejos de ambos sexos apasionados y enloquecidos al poder contemplar a sus héroes en acción. Tras esta introducción que nos muestra a muchos de los participantes en el Torneo y la reacción del enfebrecido público ante ellos, da comienzo la breve película. Y ya su primera escena es todo un lujo y una maravilla de ese humor estrictamente visual que hizo del género uno de los más importantes de la etapa muda del cine. Vemos un tablero en el que se distribuyen diversas piezas. La disposición de la cámara en leve picado sobre la mesa nos permite solo ver parte de esta, una pierna de uno de los jugadores y su mano moviendo una pieza. Nos llama la atención que bajo la pernera del pantalón asoman unos calcetines a cuadros blancos y negros asemejando un tablero de ajedrez. Cambio de plano y vemos de forma semejante la pierna y la mano de su contrincante. Pero cual será nuestra sorpresa al ver que cuando se abre el plano ambos jugadores son el mismo, el héroe de nuestra historia (interpretado por Vladimir Fogel), que juega contra sí mismo desplazándose alternativamente de una parte a otra del tablero. Su concentrada actitud y su pasión que lo hace jugar contra sí mismo si no tiene otro oponente ya nos da una idea del carácter de nuestro hombre. Pero la locura no ha hecho sino comenzar.
El calcetín con el motivo ajedrecístico nos ha dado una pista acerca de su obsesión. Poco a poco iremos viendo que además llevarán el mismo dibujo geométrico su corbata, su gorro, su bufanda, su jersey… Una vida dominada hasta el más mínimo detalle por su pasión. Un pequeño accidente le hará dar de bruces con una nota que tenía guardada en el bolsillo que le recuerda que ese mismo día se celebrará su boda. Y a partir de ese momento da inicio una enloquecida carrera por llegar a tiempo a la misma. Pero todo lo distrae y le entretiene. La pasión por el ajedrez se extiende por las calles y a cada paso surge la tentación de echarse una partidita con cualquiera que se cruce en su camino. Las peripecias se suceden a ritmo frenético y dan como fruto los que quizá sean los momentos más divertidos y delirantes del corto.
A todo esto, la desesperada novia (Anna Zemtsova), espera su llegada con una amiga que le relata que el mayor enemigo de la vida conyugal es el ajedrez. Nuestro héroe aparece al fin y ella enfadada lo ignora. Él va a arrodillarse ante ella para suplicar su perdón, pero comprueba que el suelo está sucio y saca un pañuelo en el cual apoyar su rodilla. Y el pañuelo, claro, es a cuadros blancos y negros. Ella está sentada en una silla y ni le mira a la cara, pero sabiendo que él está pidiendo perdón se ablanda. Se vuelve para mirarlo enamorada y descubre que nuestro héroe… ¡ha sacado unas pequeñas piezas del bolsillo y un libro de ajedrez y está jugando en el suelo utilizando el pañuelo como tablero! Ella se enfada, no es de extrañar, y arroja el libro por la ventana. Y aquí de nuevo se dan otros delirantes momentos en los cuales todos los libros y pequeños tableros que él lleva escondidos entre su ropa le son arrebatados por ella y arrojados por la ventana. Estos van cayendo sobre los transeúntes que los reciben como si de un milagro caído del cielo se tratase, dejándolo todo para ponerse a jugar con quien sea. ¡Es la locura definitiva! Hasta un policía se pondrá a jugar con el malhechor al que persigue. Es la fiebre del ajedrez.
Ambos terminan su discusión con ella decidiendo envenenarse y él tirarse por un puente. Cada uno se va por su lado, pero el ajedrez seguirá apareciendo por todas partes, tanto de forma directa como alusiva. No hay forma de escapar. Él volverá corriendo a buscarla, pero entre tanto ella se ha topado con el Gran Maestro Capablanca, el cual sale de un taxi y, mirando cada dos por tres a cámara de manera tal que hasta hay un momento en que su expresión parece decirnos “¿lo estoy haciendo bien?”, flirteará con ella. Y ella encantada llegará a afirmar que está contenta porque “¡por fin he encontrado a alguien que detesta al ajedrez!” El final será feliz para nuestra pareja de héroes, claro, y el amor llegará de forma paradójica por medio del ajedrez. Porque en un mundo donde la locura predomina ser un loco más nos dará la felicidad.
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DATOS
Título: La fiebre del ajedrez (Shakhmatnaya goryachka)
Año: 1925
País: URSS (Ahora Rusia)
Idioma: Muda
Tipo: Cómica
Duración: 19: 10 segundos
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