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«El Perú es un amor no correspondido» por MF Garri Pacheco

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Siempre he dicho que el Perú es un amor no correspondido…

Para quienes no me conocen, mi nombre es Garri Pacheco, informático de profesión, ajedrecista de corazón y si me preguntan con qué título prefiero firmar, aunque les sorprenda, es como Maestro FIDE de Ajedrez. Soy un ajedrecista con orgullo a pesar de que pude dar mucho más en el deporte ciencia, pero es suficiente en las circunstancias vividas.

Nací en Trujillo y junto a Silvana, mi hermana mayor, crecimos en la cuna de una familia unida, aunque con carencias económicas. Sin embargo, me brindaron algo que ahora aprecio mucho más que al dinero: una educación centrada en hacer el bien y mucha sinceridad al contarme sus errores y las consecuencias de éstas, para que yo no las repita en mi vida. Pero, sobre todo, me dieron una herramienta para salir adelante en medio de la pobreza en la que iniciamos nuestra vida cuando emigramos a Lima, “el ajedrez”, tenía cuatro años cuando conocí este gran deporte.

A los cinco gané mi primer torneo, a los ocho fui campeón nacional por primera vez y a partir de los diez años comenzaron los logros internacionales. En fin, no hablaré más de logros, el objetivo de estas líneas es que vean mis desencuentros con las autoridades del Perú que me vio nacer. Juzguen ustedes.

Mi primer desamor con el sistema deportivo peruano se dio a mis diez años, gané el Campeonato Nacional Juvenil en la ciudad de Arequipa, por ende, clasifiqué al Panamericano de Brasil. Poco antes del torneo la Federación Peruana de Ajedrez me dio la triste noticia: “no hay dinero para que viajes” dijeron. Mi familia sobrevivía económicamente mes a mes, pagarme un pasaje a Brasil, por mucho que hubieran querido, no existía forma de hacerlo. Para mi fortuna, un 07 de septiembre de 1999, la Campeona Mundial Judith Polgar daría una exhibición de partidas simultáneas a 30 niños y jóvenes en Villa El Salvador. Mi “querida” federación, Ministerio de Educación, ni ninguna otra entidad del Estado me avisaron, ni me consideraron para jugar.

Increíblemente, el director de mi Colegio Hipólito Unanue de Villa el Salvador, Edilberto Ángeles – pequeño apartado para lamentar su muerte producto de la covid-19, una terrible pérdida en un mundo donde se necesitan más personas como él – me llevó a la sede del evento para intentar que pudiera jugar. A esto se sumó que un maestro, nunca tuve la oportunidad de conocerlo, al ver mi enorme anhelo por jugar, permitió que tomara el lugar de uno de sus alumnos. Gracias a esto, pude empatar aquella partida, e inmediatamente los medios de prensa publicaron aquel resultado. Aquí un pequeño ejemplar:

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Sí, yo soy ese niño regordete con su uniforme escolar y el cordón de policía escolar. Pero ¿qué tiene que ver todo esto con mi viaje a Brasil? Pues, la prensa hacía muchas preguntas y tenía que aprovechar en decir que la Federación Peruana de Ajedrez no me quería pagar mi pasaje al torneo ¿verdad? Lamentablemente, vivimos en un país donde a veces la prensa hace funcionar las cosas. Al poco tiempo, me llamaron para decirme que sí me pagarían el pasaje ¿No que no había plata? Eso sí, no había dinero para acompañante, por lo tanto, a mis diez años me fui a Brasil solo. Estuve muy cerca de ganar mi primer panamericano pero la inexperiencia, falta de un entrenador y de compañía, como la que necesita cualquier niño, jugaron su papel. De todas maneras, demostré que estaba listo para jugar el Campeonato Mundial de mi categoría en España unos meses después. Nuevamente el Estado “no tenía recursos económicos”, a Dios gracias, la empresa Farmindustria S.A. me auspició y corrió con todos los gastos y pude viajar a mi primer mundial, nuevamente solo y sin entrenador.

Por otro lado, el IPD ya brindaba el apoyo al deportista, un aporte económico que a mi familia le hubiera venido bastante bien. Sin embargo, yo no calificaba. En el año 2001, de nuevo con apoyo de empresa privada, viajé al Campeonato Panamericano en Mendoza, Argentina y me convertí en Campeón y Maestro FIDE de Ajedrez. Resulta que, ahora ya calificaba para recibir el apoyo al deportista en la escala más baja, mi apoyo era S/. 200 soles mensual. Gran parte se iba en transporte público desde Villa el Salvador hasta el Estadio Nacional para entrenamientos y torneos. Así me retribuían las entidades que debían protegerme como talento deportivo. En fin, luego de ser Campeón Panamericano debía representar a mi país en el Mundial como vigente Campeón de América ¿Qué creen? ¡El Estado no tenía dinero! Por mucho que lucharon y pelearon mis padres, no viajé al que hubiera podido ser mi mejor mundial. ¿Se preocupó la Federación, IPD, Estado peruano por la frustración y decepción que podía sentir a mis 12 años?

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¡Vamos! ¡Ni siquiera les importó! No recuerdo una sola llamada de aliento de parte de un funcionario público. Pero mi desamor con el Estado no acaba allí, al siguiente año tuve un mal torneo en Córdoba, Argentina (pasaje pagado también por empresa privada) y me quitaron el apoyo mensual de S/. 200 soles. ¿Qué les parece? ¿No me pagan los pasajes, pero sí me quitan el apoyo en el primer mal resultado obtenido? Una vez más, mi familia viéndome sufrir, no por una derrota ante el tablero, sino por los castigos infringidos por los dirigentes deportivos de mi país.

Pero el ajedrez me enseñó a ser un guerrero, incansable en el entrenamiento, fuerte ante las malas noticias y glotón de información. Un año después, en el 2003, me cobré la revancha, me quemé las pestañas de tanto estudio, esforzándome por descuidar lo menos posible los estudios académicos. Salí Campeón Nacional nuevamente, con todos los puntos ganados, Campeón Panamericano en Bogotá, Colombia delante de muchos, que ahora ya son Grandes Maestros, talentosos ajedrecistas de talla mundial. Fui al Mundial donde pude hacer historia, pero nuevamente la presión, la falta de entrenador y soporte emocional me jugaron una mala pasada. No es fácil sentirte obligado a ganar o llegarás al Perú y el Estado te quitará el poco apoyo que te brindan.

El tiempo pasó volando, a mis 16 años me enfrenté a una difícil decisión, sentía claramente que tenía el nivel para ser Maestro Internacional de Ajedrez, pero era momento de pensar en el futuro ¿Seguir sufriendo los desamores de mi país o buscar nuevos horizontes? Dejé el ajedrez de competencia, me formé profesionalmente y comencé a aprender toda materia que fuera posible, ya era un gran autodidacta y muy travieso frente a una computadora, admito que pirateé tantos cursos que podría haber llenado un disco duro de la NASA, pero no hubiera podido pagarme esos aprendizajes y, por ello, mi sed de conocimiento me llevó a aprender todo ello vía descargas p2p, aunque ni diplomas podía obtener. Pero el ajedrez me enseñó que el conocimiento no tiene precio. Me disculpo, ahora ya compro mucho contenido original, pero no todos pueden hacerlo y también merecen acceder a la información.

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Ahora no me puedo quejar de mi vida, estoy tranquilo, cómodo, mi familia pasó de la pobreza a una fuerte estabilidad económica. Fueron muchos años de lucha para ello, pero la satisfacción de salir adelante usando tus propios medios tiene un valor inconmensurable.

Desde que dejé el ajedrez competitivo, las habilidades que desarrollé por este deporte, me acompañaron en cada instante de mi vida. Todo lo que aprendo y, ahora todo lo que enseño, lo hago con los ojos de un ajedrecista. A mi círculo más íntimo siempre le he dicho que no soy un gran patriota, de hecho, la división de naciones solo ha causado guerras y xenofobia. Me molesta que alguien se rasgue las vestiduras por escucharme decirlo, no seamos exagerados, sí disfruto y aplaudo cada logro peruano como si fuera el mío, es un tema aparte.

Perú, no te quejes, no te molestes conmigo, te representé por años con honor y dignidad, te subí al podio muchas veces por encima de otras naciones, pero debo concluir diciendo: No te debo nada Perú, te lo debo todo Ajedrez…

Jorge Garri Pacheco Gallardo
Maestro FIDE de Ajedrez

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