DIÁLOGO CON EMILIO CÓRDOVA, UNO DE LOS MAYORES TALENTOS SUDAMERICANOS
Es el último campeón continental y el primer tablero del equipo olímpico peruano que realizó una histórica actuación en Bakú. Aquí repasa su carrera, expone su visión sobre el ajedrez actual y la influencia de los cambios en las últimas décadas.
Por Pablo Mocca
–A pesar de su juventud (25 años) ya tiene una extensa carrera…
–Empecé muy chico. En mi familia se jugaba mucho a juegos de mesa y de casualidad vino un ajedrez imantado dentro de un mazo de casino. Al principio no lo soportaba, a nadie le gusta estar tanto tiempo pensando, pero gracias al incentivo de mi padre, que cuando ganaba una partida me daba una pequeña propina, comencé a jugar más seguido y empezó a gustarme. Pero recién en 2001, cuando gané el Panamericano en el que derroté a Caruana, me di cuenta que el ajedrez iba a ser algo más que un juego en mi vida, algo que no podía dejar ni aunque quisiera.
–¿En ese camino, encontró alguna referencia, algún jugador a imitar?
–Yo siempre tuve admiración por los jugadores clásicos, y me marcaron mucho las figuras de David Bronstein y Boris Spassky, por esa vocación que tenían de divertir al público, que los llevaba a veces a buscar la jugada más bonita antes que la más fuerte.
–¿Cómo se lleva con la tentación de la belleza y el riesgo de la derrota?
–Es un debate continuo con uno mismo, entre la jugada que uno quiere hacer y la que debe hacer. Antes jugaba con más libertad, si bien nunca tuve los nervios de acero de Mijail Tal, no medía tanto el peligro. Y aunque con el tiempo los temores pasan a ser mayores, y uno crece y tiene otras responsabilidades que influyen, a la hora de tomar decisiones ese tema está siempre. Yo trato de tomar precauciones, pero por ejemplo en el último torneo en EE.UU. en una seguidilla de partidas entregué peones, y las perdí todas. Lo dejé de hacer y comencé a ganar.
–¿Qué explicación le encuentra al histórico 10° puesto del equipo peruano en Bakú?
–La juventud y que trabajamos como equipo. Todos los integrantes somos casi de la misma generación y decidimos hacer juntos, en la previa, una gira a España que nos permitió entendernos como personas. Esas son las principales razones y no una cuestión de cambios en lo que respecta a apoyo de nuestro país. La mayoría de los maestros se entrenan por su cuenta y el ajedrez sigue siendo un deporte amateur, como en la mayoría de los países latinos. Los que toman decisiones no tienen ninguna noción de lo que un ajedrecista necesita, creen que con un tablero, un libro y quizás una computadora vieja ya estamos listos. Cuando volvimos el reconocimiento oficial fue un USB… de todas formas creo que Perú está haciendo lo que puede, lo que hay cambiar es la política de fondo, porque tenemos mucha madera de donde talar para seguir consiguiendo logros.
–¿Por esas razones no estuvo presente Julio Granda en el equipo?
–Sí, por disconformidad con la federación que lamentablemente no se pudieron arreglar a tiempo, hoy ya hay nuevamente un contacto. Para nosotros Granda es una leyenda y el símbolo de una época en la que se tenía un respeto distinto por los maestros, cuando en una simultáneas nos daban un consejo práctico o nos elogiaban por nuestro juego era como hacer un gol.
–Ocupó el primer tablero del equipo y se rozó con la elite del ajedrez…
–La sensación realmente más extraña me la llevé con Michael Adams, un hipnotismo que quizás se deba a la admiración que desde niño siento por él. Y esa derrota me dejo un sabor muy amargo porque un buen resultado en esa partida podría haber dejado al equipo en el cuarto puesto. Ni con Carlsen sentí algo tan fuerte, y estuve muy cerca de lograr un buen resultado. El es un luchador, que además veía en 5 minutos lo que yo tardaba 20 en comprender. Y también su capacidad para cambiar el chip y entrar en un final aburrido, donde no parece que haya nada, a tratar de provocar el error rival, en posiciones que yo descartaría pensando que son tablas muertas. Igual, quizás mi principal error ese día haya sido haber leído su nombre en la planilla, uno tiene que ver el color de las piezas y la posición y no pensar en nada más.
–¿Cree que es el mejor jugador del mundo?
–Es un genio, un extraterrestre. Lo critican a veces por no asumir riesgos, por rehusar el juego agudo en la apertura pero el busca jugar mano a mano, no ver quién trae un mejor estudio de una computadora. El trata de sacar de la zona de confort al rival y esa estrategia le funciona. Puede que sienta falta de motivación o haya empezado a sentir que puede ganar haciendo el mínimo esfuerzo. A Capablanca le pasó lo mismo hasta que Alekhine le dio una bofetada, quizás resta ver si alguien lo va a poder sacar a Magnus de su propia zona de confort para ver si podremos presenciar su mejor juego.
–Ya que hablamos de salir de la zona de confort, ¿cómo se lleva Ud. con la derrota?
–Siempre tuve una mala relación, llegué a sufrir muchísimo. Cuando te superan es una cosa, pero uno a veces siente que la partida la pierde sólo. En su momento tuve que replantearme ciertas cosas, mi reciente casamiento me ayudó a encontrar una estabilidad y asumirla como una parte del juego. Los resultados pueden variar, y no necesariamente por entrenar mucho te va ir bien. El ajedrez a veces es un poco ingrato, el error ronda constantemente en cada partida y creo que en eso han influido mucho los cambios de ritmo, con menos tiempo por partida. La preparación de hoy para un ajedrecista es muy dura, los módulos de análisis han acortado mucho las distancias y hoy en día ninguna partida es fácil. Jugadores con mucho menos ranking tienen nociones importantes, no siempre se puede ganar y ahí empiezan las críticas.
–Mencionó inspiración por los clásicos y ahora hace referencia a los cambios de ritmo de juego y a la irrupción de las computadoras. ¿Siente que por su estilo le hubiera gustado más competir hace algunas décadas?
–Tengo la sensación que sí, en una época donde no existieran las computadoras, disfrutaba más de ese tipo de juego y soy de la vieja escuela, del libro y el tablero. Uso el módulo apenas para corregir errores, pero no para analizar nuevas aperturas trato, aunque parezca incorrecto, de buscarlas en la misma partida. Y detesto la teoría, aunque acepto que hay que adaptarse a los tiempos y a veces se hace necesario trabajar en esa fase. Además, para poder salir de esa teoría hay que antes conocerla. En cuento a la reducción del tiempo para la partida, no hay dudas de que conspiran contra el nivel de juegos, especialmente en los finales. Incluso en los más fáciles de ganar se cometen errores por tensión que provocan los apuros de tiempo, y eso no pasaba tanto en la época en la que se aplazaban las partidas
–¿Cómo le explica a la gente que no está en el mundo de la competencia la existencia de una categoría femenina?
–Creo que es contradictorio en cierto modo que las mujeres tengan su propia categoría, porque si piden igualdad deberían luchar con los hombres en los mismos eventos. Judit Polgar ha sido coherente con esa idea, demostró que se puede enfrentar con los mejores de igual a igual. Cuando se trata de explicar la diferencia de nivel, que en la práctica sin duda se da, se dicen muchas cosas. Que la mujer tiende a pensar en muchas cosas a la vez cuando en el ajedrez se precisa concentrarse sólo en una, el tema de los cambios hormonales o la maternidad o mismo la forma en la que muestran sus emociones. Pero creo que no hay una respuesta concreta y se trata de preguntas que uno se va a seguir haciendo.
–¿Se pone objetivos?
–Sí, pero cuando me los pongo me va muy mal, me creo una presión adicional y me pongo demasiado tenso. Nunca me planteé ganar el Continental y se dio, en cambio cuando busqué no perder el n°1 de Perú o seguir en el top 100 mundial las cosas no se han dado, y paradójicamente ahora estoy más relajado al no estar en esos lugares. Mirar mucho al futuro produce cierta ansiedad y hay procurar disfrutar partido a partido.
Fuente: pagina12