Delante del tablero se mejora la faceta artística y la matemática. Es un hobby barato en el que los niños se pueden iniciar desde los 5 años.
No soy padre. Tan sólo tengo el título de tío de Jorge y Nicolás (26 y 14 meses de vida, respectivamente). Juntos hemos redactado un contrato vinculante (ellos firman con mocos y balbuceos, yo doy mi palabra) por el que me comprometo a tres cosas en lo relativo a su educación sentimental. Si las cumplo, me perdonarán todas aquellas veces en las que no ejerza con decoro mi papel de tío. El contrato consta de tres obligaciones: 1) Enseñarles a jugar al ajedrez. 2) Ver juntos, cuando empiece su adolescencia de psicodramas hormonados y espinillas, la película ‘Cuenta conmigo’ para que aprendan lo importante que es tener buenos amigos y 3) En sus 15º cumpleaños recibirán un ejemplar de ‘El conde de Montecristo’, de Alejandro Dumas, con el fin de que descubran que hay aventuras grandiosas al margen de la PlayStation. Con eso creo que tendrán armas suficientes para pelear en la vida.
En cuanto a la primera obligación, pido que haga de notario virtual Garry Kaspárov, el posiblemente mejor jugador de todos los tiempos, que lidera una fundación que lleva su nombre para extender el ajedrez por escuelas de cuatro continentes. Para él no hay «ninguna actividad que influya tan positivamente en la mente de un niño«, explica a ZEN. Un periodista especializado y un editor de una revista de ajedrez actúan de testigos y completan la plantilla para combatir a los escépticos, aquellos que ven este juego como una cosa rara, aburrida, de nerds vagos que no quieren ponerse de porteros en el partidillo que se juega a la hora del recreo.
Inicios. «Aprendí a jugar a los seis años, mientras que Magnus Carlsen [campeón vigente] aprendió a los cinco. Ése es un buen periodo para empezar», recuerda Kaspárov. Mucha gente piensa que el ajedrez es algo muy complicado. Y eso es cierto. Tanto que ningún ordenador actual es capaz de jugar a la perfección, aunque sea capaz de derrotar al mejor ajedrecista humano (Kaspárov puede dar fe de ello). Cuando llegue la era de los ordenadores cuánticos, las máquinas serán infalibles y los humanos tendrán que jugar torneos aparte, casi de solteros contra casados porque los ajedrecistas de silicio estarán en una liga en la estratosfera del cálculo. Pero hablamos de ajedrez del máximo nivel. Afortunadamente, la diversión y el aprendizaje se estimulan sin dominar el tablero.
Para empezar basta con aprender a mover las piezas y conocer las reglas básicas. Esto solamente requiere unos cuantos minutos de atención. Si a su hijo le encantan los animales como a Jorge (que reconoce a un lémur, cosa de lo que su tío es incapaz), sustituya un alfil por un elefante y así irá avanzando. David Llada, periodista y autor del libro Ajedrez para padres y educadores (Anaya), da varias pistas: «Cuando un niño demuestra tener nociones espaciales básicas y entiende conceptos como adelante y atrás, o es capaz de realizar juegos por turnos, ya se le puede enseñar el movimiento de las piezas. Una prueba iniciática es el concepto de diagonal. Si lo entiende, está listo».
Más que en la edad, la clave está en el aprendizaje progresivo, muy simple de inicio pero que, enseguida, permite conocer las reglas, respetarlas y estimular una capacidad de concentración que, en los primeros años (¡y en la edad adulta!), es muy reducida.
INTELIGENCIA. Luis Fernández Siles, director de la revista de ajedrez Capakhine, dedicada a los niños y sus padres, considera que el ajedrez estimula la inteligencia en general. «Dependiendo de las características del niño, podrá desarrollarse en el área matemática, lingüística o tal vez sencillamente potencie su imaginación, creatividad y ayude a impulsar su faceta artística«.
Existen muchos estudios pedagógicos interesados en la relación entre ajedrez y docencia. Uno de los más sugestivos está basado en un experimento que duró casi cuatro años en una escuela de Trier (Alemania). La mitad de sus alumnos de primaria sustituyó una hora de clase de matemáticas por una de ajedrez. Al final del curso, los alumnos que habían aprendido este juego sacaron mejores notas en matemáticas, a pesar de haber perdido una hora lectiva semanal en esta asignatura respecto a sus compañeros. Lo cierto es que apóstoles de la historia del ajedrez como Anderssen, Steinitz, Lasker o Euwe eran matemáticos.
EMPATÍA. Sentarse para jugar en silencio puede parecer una congelación del desarrollo de la inteligencia emocional, pero no es así, al contrario. Pasar muchas horas delante de un rival da la oportunidad de conocerle, aprender de sus fortalezas y descubrir sus debilidades. ¿Se imaginan que después de un clásico Messi y Cristiano analizaran si en tal jugada se la tenían que haber pasado a un compañero en vez de chutar a puerta? Pues eso es lo que sucede en un campeonato de ajedrez. Y (casi siempre) civilizadamente.
VALORES. Kaspárov considera que el ajedrez es una plataforma fantástica para enseñar ideas y ética. «El jugador es el único responsable de su propio progreso. No hay forma de mejorar el ajedrez sin un análisis introspectivo. No hay lugar para el engaño y la mentira«. Las reglas del ajedrez son inmutables y hay que jugar limpio.
HISTORIA. El ajedrez tiene una gran ventaja sobre el resto de los deportes: es viejo, muy viejo. Sus orígenes son difusos, si bien la teoría más aceptada es que nació en India hace unos 1.500 años. Su aprendizaje puede ayudar a los niños a relacionar hechos históricos cuando los estudien en la escuela. Averiguar cómo los árabes introdujeron el juego en Europa por la Península Ibérica, que la dama adquirió superpoderes en el Renacimiento o imaginar la Guerra Fría a través del enfrentamiento entre Bobby Fischer (EEUU) y Boris Spassky (URSS). Resulta fascinante saber que los mejores jugadores de la Historia estuvieron relacionados con los imperios dominadores de su época.
PADRES. Seguramente la mejor película realizada sobre ajedrez es ‘En busca de Bobby Fischer’, un ejemplo estupendo para ver cómo tienen que comportarse los progenitores, qué hacer y qué evitar. Muy recomendable, la verdad, especialmente si su hijo disputa torneos. El ajedrez requiere una gestión de la frustración. «Un buen lema es que en el ajedrez no se pierde: se gana o se aprende. Hay que convertir cada derrota en una lección», apunta David Llada. Para él la actitud más recomendable es que tanto padres como docentes se olviden de los aspectos competitivos o, al menos, no los exterioricen. Incluso alguien como Kaspárov ha perdido muchas partidas. Según el gran campeón ruso, cuando un niño tiene talento «los padres deben tener una mente abierta y una involucración profunda con los intereses«. Lo dice alguien que reconoce que le debe todo a su madre, Clara, quien se volcó en su formación. Dejó su trabajo como ingeniera porque su único objetivo era que su hijo fuera campeón del mundo. Eso es presión. Kaspárov venció a Kárpov en un legendario enfrentamiento y se convirtió en el jugador más joven en poseer la corona del ajedrez.
TDAH. Se estima que entre el 4 y el 7% de los niños españoles sufre trastorno por déficit de atención con hiperactividad, lo que equivale a uno o dos por aula. Proyectos liderados por el Hospital Puerta de Hierro, el Club 64 Villalba (ambos en Madrid) y el club Magic Extremadura (Mérida) han puesto a España a la vanguardia en el empleo del ajedrez como complemento terapéutico. Además, al contrario que la medicación, carece de efectos secundarios. Fernández Siles ha tratado muchos aspectos en su revista relacionados con la mejora de las habilidades cognitivas y el control de la sobreexcitación: «Los padres de estos chavales se sorprenden mucho cuando ven que son capaces de concentrarse ante el tablero«. Él mismo dio clases a un niño hiperactivo y fue testigo de sus avances. Estas terapias han logrado buenos resultados también en personas autistas y con Asperger.
DINERO. Una gran ventaja que tiene el ajedrez es que es un juego extremadamente barato. Su material, salvo que le guste tener unas piezas de marfil, es muy asequible y no tiene la logística de otros deportes que exigen una visita con touroperador al Decathlon. Otro aspecto a tener en cuenta es que no hay ningún deporte que se haya beneficiado tanto de las nuevas tecnologías. El acceso a información ajedrecística en internet es brutal, tan sólo hay que ver los tutoriales gratuitos que hay en YouTube. El vídeo ha sustituido a los farragosos manuales de antaño. Ordenadores y móviles cuentan con muchas apps que permiten no sólo enfrentarse con un programa sino competir contra jugadores de tu nivel, que estén al otro lado del mundo.
No sé si Jorge y Nicolás aprenderán antes a mover las piezas o a leer este artículo que hoy pasa a ser un anexo de nuestro contrato. Tal vez salgan corriendo cuando vean a su tío con un trozo de madera bicolor y unas figuras que no son de Playmobil un domingo cualquiera. Sólo espero que se acuerden de mí si dentro de unas décadas les pasa lo mismo con sus hijos o sobrinos. Eso será una buena señal.
Fuente: elmundo