Carlsen y el vencedor del Torneo de Candidatos se enfrentarán en un duelo del 11 al 30 de noviembre
La noticia es de impacto, pero la anuncia una entidad estrafalaria, y falta un dato esencial, según Agon, la empresa que compró por un dólar los derechos del Mundial a la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE).
El noruego Magnus Carlsen defenderá su título en Nueva York (11 al 30 de noviembre) contra el vencedor del Torneo de Candidatos, que comenzará la próxima semana en Moscú. Pero la nota de prensa no incluye mención alguna de patrocinadores.
El anuncio, que tampoco especifica la sede del duelo pero sí menciona una bolsa de premios “de al menos 1 millón de euros”, surge tres meses después de que EEUU incluyese al presidente de la FIDE, el millonario ruso Kirsán Iliumyínov, en la lista de sancionados por sus conexiones comerciales (compraventa de petróleo) con el Gobierno sirio de Bachar el Assad. Iliumyínov reaccionó con una especie de dimisión (delegando sus funciones más importantes en el presidente adjunto, el griego Georgios Makrópulos), pero su nombre sigue figurando al frente del organigrama de la FIDE, que aglutina 188 países, en el portal oficial.
El objetivo estratégico de popularizar el ajedrez en EEUU tiene casi medio siglo, desde que el irrepetible Bobby Fischer ganó el Torneo de Candidatos de 1971 y rompió la hegemonía soviética al destronar a Borís Spassky en 1972, cuando el botón de una guerra nuclear entre ambas potencias estuvo cerca de ser pulsado varias veces. El triunfo de Fischer lo convirtió en uno de los personajes más populares del mundo, pero su inmediata retirada del ajedrez durante 20 años enfrió el suflé. Y su reaparición en 1992 estuvo conectada con grandes escándalos y una enfermedad mental que lo llevó a la muerte en 2008, a los 64 años.
Los intentos de lograr ese objetivo con jugadores no estadounidenses tuvieron cierto efecto positivo, pero insuficiente, gracias al carisma de Gari Kaspárov, quien defendió en Nueva York su título mundial contra Anatoli Kárpov en 1990, y frente a Viswanathan Anand en 1995. Mucho más eco mundial tuvo el duelo que perdió frente a la computadora Deep Blue en 1997, pero tampoco hubo continuidad. Kaspárov, furibundo opositor del presidente Vladímir Putin, reside hoy en Nueva York porque su vida corría peligro en Moscú, es entrevistado con frecuencia (sobre política) por los grandes medios y da numerosas conferencias de estrategia empresarial a directivos de postín.
Ahora surge otra oportunidad porque dos de los ocho participantes en el Torneo de Candidatos son estadounidenses: Hikaru Nakamura, 5º del mundo, de 28 años, emigró desde Japón cuando tenía tres; Fabiano Caruana, 3º del mundo, de 23 años, tiene doble nacionalidad; tras utilizar la italiana durante toda su carrera, cambió a la estadounidense en 2015. El filipino Wesley So, 10º del mundo, de 22 años, se nacionalizó estadounidense en 2014.
Preguntado expresamente por EL PAÍS, Ilya Merenzon, presidente de Agon, ha explicado así que su nota de prensa no mencione patrocinador alguno: “Emitiremos otra específica sobre ese punto en el momento oportuno; aproximadamente, en unos dos meses”. Paradójicamente, la nota de prensa de Agon, respaldada y publicada por la FIDE, cita al alcalde de Nueva York, Bill de Blasio: “Yo y todos los neoyorquinos y damos la bienvenida a este regreso del Mundial de Ajedrez a Nueva York. No podría haber otra sede mejor que esta ciudad cuyos parques están a veces poblados por entusiastas del ajedrez”. El comunicado añade datos cuya veracidad es imposible comprobar; por ejemplo que, según la prestigiosa empresa de sondeos YouGov, en EEUU hay más ajedrecistas que golfistas.
Con la información disponible y los vidriosos antecedentes de la FIDE y Agon, el hecho de que ni siquiera se afirme que hay un patrocinador, aunque fuera sin especificar su nombre, incita a deducir que no lo hay, y que el anuncio es una huida hacia adelante. Ante las enormes dificultades que implica encontrar dinero en EEUU para un organismo internacional cuyo presidente está en la lista negra, Agon lanza una operación de mercadotecnia mientras reza para que Nakamura o Caruana ganen el Torneo de Candidatos. En ese caso es probable que el mecenas Rex Sinquefeld -gran impulsor del ajedrez estadounidense en los últimos años- o algún otro resuelvan el problema. Si eso no ocurre, siempre cabría la posibilidad de que el ínclito Iliumyínov logre algún dinero de procedencia oscura, como tantas veces. De ese tipo de financiación depende con mucha frecuencia el ajedrez de élite, una actividad de enorme tradición y utilidad social, universal, de bajo coste, buena imagen y perfecta adaptación a Internet. La FIDE y las federaciones nacionales que la sostienen deberían preguntarse por qué fracasan con estrépito en la obtención de patrocinio comercial sólido.