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Mundial de ajedrez: Magnus Carlsen impuso su calidad en Nueva York

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Magnus Carlsen seguirá en el trono del ajedrez mundial (Eduardo Muñoz Álvarez / AFP)

El noruego se impuso a Karjakin en el global de las cuatro partidas de desempate gracias a un dos victorias en las últimas partidas.

El noruego Magnus Carlsen retuvo la corona mundial de ajedrez al imponerse por 3 a 1 -dos tablas y dos victorias- ante el aspirante ruso Sergei Kariakin, en el encuentro de partidas rápidas que sirvió para romper el empate registrado en las doce partidas reglamentarias previamente disputadas. Carlsen, que cumplía ese día 26 años -los mismos que tiene Kariakin- celebró su aniversario del mejor modo posible: con una victoria clara y merecida, que tuvo además un broche de oro al finalizar el campeón su actuación con un espectacular movimiento, el mejor del encuentro, que forzaba el mate en dos jugadas.

Pero la jornada de desempate no fue un camino de rosas para Carlsen. Tras unas sosas tablas en la primera, el campeón tuvo que recuperarse anímicamente de una gran decepción al dejar escapar una enorme ventaja en la segunda, que dominó de cabo a rabo. Karjakin llevó al extremo la estrategia de tablas que tan buenos resultados le dio durante todo el choque. Pero en el ritmo rápido el aspirante fue claramente superado: Carlsen jugaba más rápido y mejor, y era el único que mostraba ambición por ganar, mientras que Karjakin se limitaba a devolver la pelota, usando el símil del tenis.

Sergey Karjakin recibió una medalla como subcampeón del mundo (Eduardo Muñoz Ávarez / AFP)
Sergey Karjakin recibió una medalla como subcampeón del mundo (Eduardo Muñoz Ávarez / AFP)

Me sorprendió agradablemente la reacción de Magnus tras el fiasco de la segunda partida: jugó la tercera con rabia, absolutamente decidido a ganar. Cada jugada del noruego era un afilado puñal lanzado contra la posición del oponente y Karjakin a duras penas podía esquivar la lluvia de amenazas, hasta colapsar por completo cuando apenas le quedaban unos pocos segundos en el reloj. El ruso, sin tiempo, sin ideas, sin ambición, fue un fantasma de sí mismo en la cuarta, su última oportunidad. Carlsen se permitió el lujo de finalizar con una floritura para la galería, un hermoso sacrificio de dama que ya queda para la historia como lo mejor del encuentro de Nueva York.

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Ganó Magnus, demostró su superioridad, y recuperó el olfato de gol que por una u otra razón le había abandonado a lo largo de todo el encuentro. Carlsen fue siempre el que más arriesgó y tuvo premio, y en mi opinión fue también una gran noticia para el ajedrez, pues habría sido injusto que el aspirante hubiera logrado una recompensa tan grande como la corona mundial habiendo demostrado simplemente su capacidad defensiva, sin haber tomado la iniciativa ni una sola vez en todo el encuentro. Desde el punto de vista deportivo hubo justicia, aunque viniera acompañada del rápido tic-tac del reloj y exigiera al campeón nervios de acero en los momentos decisivos.

Fuente: lavanguardia

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