El gran muftí de del país prohíbe en una fetua practicar el famoso juego porque incita a apostar.
Desde Bagdad, Zahraa declinaba el regalo que esta redactora le hacía de una participación de un décimo de la lotería de Navidad; tradición obliga. De ganar el gordo era para una buena causa: pagarse un máster de Lengua Española en la Universidad de Salamanca, que de otra manera no podía permitirse. Su integridad como musulmana ante un juego de azar pudo más que el deseo de venir a España a estudiar. De todas formas, no tocó ni el reintegro.
A falta de grandes problemas teológicos –caso del cristianismo y, sin ir más lejos, el misterio de la Santísima Trinidad–, el islam se centra en discusiones jurídicas. Qué está permitido y qué no para ir por el “camino recto”.
La lista de prohibiciones en el islam puede hacerse interminable. Algunas están presentes en el Corán. Otras, proceden de las tradiciones subyacentes en cada país. La mayoría de ellas, sin embargo, pueden considerarse normas de higiene o de protección por el lugar en el que surgió esta religión.
Para salir de dudas sobre la validez de sus actos –o más bien de los del vecino– los creyentes recurren a los jurisconsultos que, a su vez, emiten la correspondiente fetua. Este dictamen, no obstante, no es de obligado cumplimiento. Salvo que el jurisconsulto sea el gran muftí del país (no todos lo tienen) y este país se llame Arabia Saudí, que ya se encargará de hacerlo cumplir por la vía más expeditiva.
El ajedrez está prohibido en Arabia Saudita
El jeque Abdulaziz al Sheij, gran muftí de Arabia Saudí, ha dicho que el ajedrez está prohibido en el islam porque incita a apostar (vedado en el Corán) y, además, es “una pérdida de tiempo y dinero y un motivo para el odio y la enemistad entre jugadores”. No ha debido de ver partidos de fútbol de categoría juvenil.
Al Sheij se apoya en la aleya coránica en la que se culpa al demonio de querer servirse del vino y del maysir (una especie de lotería árabe preislámica) para hacer que el creyente se olvide de Dios y de cumplir con la azalá, con la oración. Equipara así el ajedrez a un juego de azar, porque en aquella época se hacían apuestas. Sí tiene su parte de azar un juego ligado al ajedrez en numerosos países islámicos: las tablas reales o chaquete, más conocido ahora como backgammon.
Diríase que las dudas sobre el ajedrez no quedarán zanjadas nunca. Si Ibn Taymiya, que vivió a caballo entre los siglos XIII y XIV, y es considerado un inspirador del wahabismo, el salafismo y el yihadismo, ya dio su opinión al respecto, así como otros jurisconsultos después que él, aunque en sentido contrario¿a qué más preguntas? Ibn Taymiya, además, absolvía a los que, a pesar de jugar, no descuidaban sus obligaciones. Abdulaziz al Sheij ha sido más papista que el Papa.
En el extremo opuesto se encuentra un caso relatado en un hadiz según el cual, una mujer fue a pedir el divorcio de su marido. Mahoma le preguntó el porqué, a lo que alegó que su marido se pasaba las noches rezando. Ergo sin hacerle caso en el lecho. Mahoma ordenó al marido que dejara de rezar tanto y se ocupara de su mujer.
Fueron los musulmanes, paradójicamente, quienes trajeron el ajedrez a la Península y de aquí se extendió a toda Europa. Ellos lo habían recibido de los persas y éstos de los indios. La evolución de un juego a otro es evidente, tanto desde el punto de vista estético como de las reglas que los regían. La prohibición y ensalzamiento del ajedrez se alternó por épocas y fue por barrios, judíos, cristianos y musulmanes.
El ajedrez que estaba en su esplendor con Alfonso X el Sabio languidecía cuando, en época de Isabel la Católica, se decidió dar más poder, más juego, a la pieza que entonces se llamaba el visir. De poder avanzar como un simple peón pasó a tener la amplia libertad de movimientos con que cuenta la reina. A imagen y semejanza de Isabel la Católica.
Juego muy extendido en el mundo árabe y otros países musulmanes de Oriente Medio, ni el venerado Jomeini pudo borrar el ajedrez de la faz de Irán, a pesar de haber prohibido jugarlo en público hasta que levantó la veda en 1988. En los parques de Teherán hay miles de mesas con tableros de ajedrez pintados en ellas, listos para jugar.