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¿ Peón aislado, ahogado o zugzwang inminente ? – Por GM Julio Granda

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Recurro a términos ajedrecísticos para reflejar la inesperada situación en la que hemos quedado muchísimos peruanos tanto en nuestro país como fuera de él. También este drama alcanza a muchos extranjeros que están varados a su suerte.

Dadas las condiciones excepcionales en la que prácticamente todo el mundo está bajo una especie de perverso jaque perpetuo, se entienden las medidas que se están tomando para tratar de paliar el inevitable avance de un virus que al paso nos hace ver lo vulnerables que podemos ser como seres humanos. Sin embargo las medidas extraordinarias tomadas que drásticamente alteran nuestra vida diaria y nos conminan a estar recluidos en casa, han fallado estrepitosamente con todos aquellos que por diversas circunstancias estamos lejos de nuestros hogares y familias y nos ha sido imposible conseguir un medio de transporte para llegar a casa. ¿ Tan difícil era ampliar un día más para facilitar que todos pudiéramos al menos tener más opciones de viajar? El Perú es un país grande y abrupto; lo sensato era considerar que si un chofer de bus tenía que hacer un largo viaje, tuviera el margen para volver a su lugar de origen. Evidentemente el limitado plazo de un sólo día fue claramente insuficiente para poder movilizar a tantas personas que ni pagando precios abusivos tuvimos la posibilidad de conseguir un espacio en un bus. En mi caso tuve la desdicha de que los pasajes que había comprado para mi hijo también, no sirvieron para nada ya que la empresa de transportes decidió no operar. Tuvimos que ir al terminal de Atocongo y ante un inquietante mar humano …ya se pueden imaginar lo inútil y frustrante del intento.

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Recurramos a los medios de transporte del Estado. Seguramente nadie de los que estamos desesperados por llegar a casa, podríamos objetar hacer el viaje por escalas o cualquier alternativa posible. Es cuestión de tener la mejor voluntad y ponerse un poquito en nuestra piel. Se puede hacer un registro por internet e ir sorteando a todos los inscritos y que seguramente tendrá el efecto de ganarse algún premio especial. En realidad debería ser algo elemental pero muchas veces tenemos que pagar los errores de otros y lo grave es cuando ni se contempla rectificar. Recuerdo que de pequeño, mi padre ante una situación económica delicada, decidió no enviarme más desde Camaná a Arequipa, donde todos los fines de semana participaba en torneos de ajedrez. Me quejé ante mi madre y le dije que si no se me seguía enviando, me iría a pie. Pese a que tendría unos 8 años de edad, realmente estaba dispuesto a caminar los 180 kilómetros que separan mi tierra natal de la ciudad blanca. Cuarenta cinco años después estoy aquí en Lima y creo que 840 kilómetros hasta Camaná son demasiado y casi preferiría hacerlo a quedarme confinado en una ciudad que no es la tuya y todo lo que ello implica.

Si realmente el propósito de todo esto es aislar a las personas en sus hogares, ¿ qué pasa con todos los que estamos impedidos de estarlo ? Da la impresión que no se contemplan excepciones y de pronto el Estado con toda esta sicosis colectiva, parece ignorar que los que estamos fuera de nuestros hogares, somos más vulnerables todavía…

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