Phiona Mutesi: Buscaba un plato de comida y se convirtió en campeona mundial de ajedrez.
Pobre, huérfana y sin casa llegó a un centro donde podía comer a cambio de quedarse a clases de ajedrez. Se ha hecho campeona internacional de este juego. Su vida, de apenas 20 años, será contada en el cine.
Un tablero de ajedrez y la habilidad innata de una chica para desenvolverse en ese juego, han puesto a la modesta localidad de Katwe, bajo los focos de la prensa mundial.
De la exclusión y la pobreza, nace la historia de Phiona Mutesi, en uno de los barrios más densamente poblados y violentos de la capital de Uganda.
El escenario
Cuando esta nación africana se independiza del Reino Unido (1962), Katwe, un barrio del sureste de Kampala, la capital, experimenta un crecimiento poblacional debido al traslado de mano de obra artesanal. Allí, la gente acudía a buscar reparaciones de equipos electrónicos importados, televisores, refrigeradores y hasta vehículos. Los artesanos de esta localidad se hicieron expertos en fabricar, de forma improvisada, repuestos para aparatos originales.
Hombres y mujeres fueron atraídos por este espacio que crecía y demandaba trabajadores.
Pero, las dificultades de acceder a la educación y el empleo precario, hicieron de este lugar un caldo de cultivo para el aumento de la prostitución, los robos a mano armada y los asesinatos. En este difícil marco, comenzó a fraguarse una historia conmovedora.
Ella
Aunque no hay certeza, la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) publicó que Phiona Mutesi nació en 1993. Hija de una familia numerosa, queda huérfana a los 3 años de edad, cuando el sida se llevó a su padre y desde entonces, perdió también el techo, porque su madre no pudo pagar el alquiler ni la escuela. Debió concentrarse en una sola cosa: buscar algo que comer.
«Lo perdimos todo, tuve que abandonar el colegio porque mi madre no podía pagarlo, nuestro día a día era luchar por conseguir algo que comer. Con nueve años nos echaron de la casa donde vivíamos porque no podíamos pagar el alquiler, dormíamos en la calle, habíamos perdido la esperanza», cuenta un relato publicado por El Diario.
Crecía trabajando con sus hermanos vendiendo a las afueras del mercado, lo que podían. Una tarde se dio cuenta de que su hermano Brian desaparecía de la vista de todos cada día a la misma hora. Hasta que decidió seguirlo y entonces descubrió su secreto.
Él se escapaba hasta un local que era atendido por Robert Katende, un chico que inició un programa de enseñanza de ajedrez para los niños de Katwe, apoyado por la organización Sports Outreach. El anzuelo: los niños aprendían a jugar a cambio de un plato de comida.
Ella picó, al igual que su hermano.
Comió, se sentó delante del tablero y escuchó a una niña (la única mujer del salón) que le explicó todo lo que sabía.
Debut victorioso
«Quería que se sintiera cómoda y le dije a Gloria, que tenía cinco años, que le enseñara todo lo que ella sabía. No era mucho, los nombres de las piezas, algunos movimientos», cuenta Robert Katende.
A pesar de haber confesado que su único interés era el plato de comida, luego de 60 días de asistencia al lugar de entrenamiento, había alimentado su cuerpo, pero también su mente.
La verdad, sostiene Mutesi, «el ajedrez empezó a interesarme cuando gané a un chico, no tenía grandes sueños ni nada de eso, solo quería seguir derrotándolos».
Y sin proponérselo, con apenas 11 años de edad, se impuso a jovencitas de 18 y 19 años y se hizo campeona nacional sub-20 del país.
Phiona que llegó al ajedrez por hambre, podría haber ingresado (o no) en cualquier otro programa de ayuda infantil y quizá su suerte sería otra, pero parecía estar destinada a sentarse delante de los tableros.
Dos años después, en agosto del 2009, integró un equipo formado por compañeros entrenados por Katende y representó a Uganda en un evento internacional realizado en Sudán… y ganaron. «Eran niños del suburbio de Katwe llevando la bandera de su país. Solo eso ya era una victoria. Se enfrentaron y ganaron, fue algo tan increíble que nadie lo podía creer», recuerda el entrenador.
Se develaba el rostro que ha dado origen a una historia personal que motiva a muchos.
Hasta que se ganó el derecho de representar a su país, Phiona nunca habían conocido un aeropuerto, mucho menos un avión. Jamás pisó la puerta de un hotel y mucho menos había descansado su cuerpo en una cama tan grande. Quizá algo tan trivial como tirar de la cadena de un inodoro causo fuerte impresión en ella.
En toda su vida jamás había podido elegir qué comer.
Triunfos
Luego, con apenas 14 años, viajó a las Olimpiadas Mundiales, celebradas en Siberia (Rusia). Para su entrenador el milagro operado en Phiona tiene una sola explicación: «El ajedrez es un juego de supervivencia. Tiene que ver con muchos conceptos relacionados con eso, pensar soluciones antes de que la situación se presente. Tienes unos recursos y según el uso que hagas de ellos, tu estrategia, tu plan, así te va a ir. Eso se identifica mucho con el estilo de vida de estos niños. En los suburbios viven para sobrevivir, tratando de averiguar qué va a ser lo próximo, dónde te vas a quedar, si es seguro, cómo hacer para comer».
Tim Crothers, periodista estadounidense, descubrió la historia de Phiona hacia el año 2010. La visitó en Katwe y escribió un artículo que luego derivaría en el libro ‘La reina de Katwe’. Disney compró los derechos para hacer una película.
Entrevistado por el diario ‘ABC’, el autor del libro dijo: «Nacer africano es ser un marginado en el mundo. Nacer en Uganda es ser un marginado en África. Nacer en Katwe es ser un marginado en Uganda. Nacer niña es ser una marginada en Katwe».
Eso y más es lo que ha tenido que superar Phiona.
«Yo no sabía lo que era Disney, me dijeron que iban a hacer una película sobre mí pero yo no tenía ni idea, luego empecé a averiguarlo y cuando lo supe todo fue muy emocionante. Ojalá sirva para que quienes han perdido la esperanza, la recuperen», ha dicho Phiona.
Hace tres años, durante una visita a Estados Unidos, cumplió uno de sus sueños: jugó contra el mundialmente famoso Gari Kaspárov, maestro y excampeón mundial a quien la ugandesa considera su ídolo.
Compró una casa a su madre y parte de su dinero ganado en torneos lo invierte en centros donde se ayuda a otros niños y se enseña ajedrez.
«¿Imaginabas algo así?», le preguntaron
«No, yo no imaginaba nada, a mí me interesaba el plato de comida».
Ernesto J. Navarro
Fuente: RT