El noruego se impuso al polaco Radoslaw Wojtaszek, un jugador llamado a escalar grandes cotas.
Seguimos con las crónicas del Tata Steel Chess 2017, en la bella localidad holandesa de Wijk aan Zee. La primera victoria del noruego Magnus Carlsen copa el interés de las redes sociales, pero como estamos entre amigos voy a hacerles una pregunta.
Si les propusiera que nombrasen a un ajedrecista, ¿citarían al jugador polaco Radoslaw Wojtaszek? Probablemente, no. En el imaginario colectivo suenan otros nombres. Especialmente si están poco familiarizados con el mundo del ajedrez. ¿Verdad que todos hemos oído hablar de Karpov y Kasparov? No les digo ya si nos remontamos a medio siglo atrás… ¡Bobby Fischer!
La sombra de los dioses es alargada. En este caso, si la palabra “dioses” les pareciese inapropiada, podemos dejarlo en “titanes del tablero”. La popularidad de las grandes figuras tiene el efecto advenedizo de empequeñecer, a nivel mediático, los logros de jugadores menos relevantes. Ajedrecistas que, como Wojtaszek, pasan desapercibidos para el común de los aficionados. Yo, el primero.
La popularidad de las grandes figuras tiene el efecto advenedizo de empequeñecer, a nivel mediático, los logros de jugadores menos relevantes.
¿Me acompañan en la revisión de los méritos del polaco? En 2004 ganó el Campeonato de Europa juvenil de ajedrez sub-18 y el Open de Cracovia (…) Ganó el campeonato de Polonia de ajedrez en 2005. En 2006 jugó en las Olimpiadas de Ajedrez (…) En 2008 se hizo campeón de Europa de ajedrez rápido… Así, con una retahíla de victorias en torneos, sigue la entrada en la Wikipedia, hasta llegar a un dato que, a mi juicio, lo dice todo sobre este jugador: “Fue uno de los cuatro analistas del excampeón del mundo Viswanathan Anand en sus defensas del título mundial frente a Krámnik, Topalov y Gelfand, respectivamente”. Si consideramos que tiene 30 años y que ha llovido mucho desde entonces, podemos conjeturar que fue reclutado por el campeonísimo indio siendo muy joven. Y el afable Vishy Anand, caballero y profesional hasta la médula, se rodea de la excelencia.
De pronto, echamos un vistazo a la lista de la Federación Internacional y descubrimos que Wojtaszek ocupa el 18º lugar de la clasificación mundial. ¡A solo 23 puntos de los diez mejores! ¿Qué le falta, entonces, para ganarse el favor de la afición? Solo subir un pequeño escalón. Cruzar el umbral del portentoso talento para entrar en los atrios de la leyenda. Mas, en el ajedrez profesional, ese pequeño escalón es un salto sobrecogedor. ¡Fíjense en cómo habrían sido los titulares si hoy hubiese dado un Golpe de Estado en el Valhalla, si se hubiese enseñoreado de los dominios de Magnus Carlsen! Pero no ha sido así y, ahora, los 23 puntos se han convertido en 24. Dura vida, la del ajedrecista.
Hay muchos maestros que, como el polaco, acarician la gloria y tienen la oportunidad de saltar el pequeño escalón que les decía. La mayoría, por desgracia, nunca lo conseguirá. Sus nombres parecen condenados a ser olvidados. Mas, si creen en este cronista, doy fe de su amor por el ajedrez: van a luchar hasta que no les queden fuerzas. Por eso algunos, tal vez el propio Wojtaszek, lo conseguirán. Se les abrirán las puertas de esos supertorneos a los que solo se accede por invitación. Con esfuerzo y sudor.
Ahora mismo, Radoslaw Wojtaszek aparece con nombre y apellido en las principales cabeceras de la prensa mundial. Mañana, si las temperaturas acompañan y les apetece tomar un café en buena compañía, existe la posibilidad de que Radoslaw Wojtaszek forme parte de su conversación. Créanme, es una buena noticia. Aunque haya perdido con el campeón del mundo. O precisamente por eso. Porque hay vida más allá de las estrellas.
