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Santa Fé, Arg.- Enseñan ajedrez a chicos para que les generen sanos “problemas” a otros

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En el ajedrez lleva tiempo darse cuenta de que el juego no consiste en comer fichas al contrario. Se trata de trazar una estrategia, tomar decisiones y aprender a reconocer las buenas y las malas oportunidades para avanzar en ella. Las opciones no siempre son muchas, pero si hay una sola buena es suficiente para aferrarse. Rodrigo Azziani se dio cuenta de eso a los 13, cuando en un torneo vio a un chico dejarse comer la pieza más valiosa de todas: la dama. Tres movidas después, ganó. “Como en el ajedrez, en la vida necesitamos del otro, porque el otro es el que nos muestra que las cosas pueden pasar”. Hoy Rodrigo tiene 24 años, es el coordinador del Programa Municipal de Ajedrez y, junto a otros 30 profesores, lleva el tablero a 84 escuelas públicas de Rosario con un objetivo: incluir a los chicos a partir del juego y empujarlos a que desarrollen el pensamiento lógico matemático.

El Programa Municipal de Ajedrez surgió de la mano de la ley provincial 10.525, que desde 1990 promueve la enseñanza de ajedrez en cuarto y quinto grados de la primaria. Actualmente, en todo el territorio provincial se financian alrededor de 800 horas anuales. Según Azziani, profesor de matemática y de ajedrez, en Rosario el programa empezó a desarrollarse desde la periferia hacia el centro de la ciudad, y hoy abarca al 60 por ciento de las escuelas públicas, a las que se suman 120 instituciones como clubes, bibliotecas y vecinales. “Empezamos en Circunvalación, en espacios de mucha vulnerabilidad. La idea que desarrollamos es que alrededor de una escuela donde se enseña ajedrez haya tres o cuatro instituciones a las que los chicos puedan ir para seguir practicando fuera de clase”, explicó el director del programa. Y agregó que a las escuelas y las instituciones se suman los torneos por distrito, en los que ya participan más de dos centenares de chicos, y competencias regulares donde se enfrentan chicos de localidades de todo el sur santafesino.

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“Cuando enseñamos ajedrez apuntamos a que los chicos puedan aprender matemática usando el tablero de ajedrez. Pero, sobre todo, se trata de desarrollar las cosas que desarrolla el ajedrez de forma innata, y que sirven después para la vida: el pensamiento lógico, la abstracción, la toma de decisiones. En el ajedrez no es culpa del árbitro o del otro, si moví la torre y me la comieron, es culpa mía. Entonces aprendemos a asumir la responsabilidad de las consecuencias de nuestros actos”, contó el docente a El Ciudadano.

El joven profesor marcó que lo primero que trata de enseñar es dejar de ver al juego como un “comerle todo” al contrincante: “En las damas, ése es el objetivo; ahora, en el ajedrez es dar jaque mate. Y para hacerlo yo no tengo que tener más piezas que el otro. Lo que en realidad necesito es que las mías trabajen en conjunto en pos de un plan”.

A Rodrigo el juego se lo enseñó su papá. Cuando era chico en su escuela no había ajedrez y pagar un profesor particular era caro. Antes había llegado a las matemáticas “de rebote”, cuando una profesora lo invitó a un taller extracurricular y en la primera clase le dijo al curso: “Acá les voy a dar una caja de herramientas, ustedes van a ver cómo las usan”.

Después vinieron las olimpíadas y con ellas una forma de ver el ejercicio del pensamiento lógico, lejos de las formas tradicionales que le venía proponiendo la escuela. “Las olimpiadas de matemática, como el ajedrez, me atraparon porque tenían algo diferente: siempre estamos ante situaciones inesperadas”, recuerda.

Años después de la secundaria empezó a enseñar en Belgrano, su barrio, formando parte de la red de profesores que trabajan en toda la ciudad. “Somos la única materia en la que empoderamos al niño para que le genere problemas constantes e inesperados al otro. Cada vez que los ponemos a jugar y uno mueve, le está generando un problema al otro que tiene que resolver, que no se lo esperaba. Aprenden mutuamente, nos encanta que hablen, que se copien, que miren lo que hace el otro. Nos parece fantástico, lo que en la educación tradicional a veces está mal visto”, explicó.

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CASILLERO POR CASILLERO

A Rodrigo Azziani le gusta poner mente y cuerpo: además profesor de matemática, también preside la Asociación de Hándbol, deporte que practica desde que cumplió 10 años. Con tanta competencia encima, no parece que esté dispuesto a perder.
—¿Y si un alumno le gana?
—Es muy reconfortante. Pasa dos o tres veces al año con los chiquitos, y con los más grandes, los federados, mucho más. No se puede estar distraído. Si me equivoco y el otro juega mejor, me gana. No pasa nada, porque siempre voy a tener la oportunidad de jugar otra partida. Ahora, en nuestra vida cotidiana no tenemos otra partida. Esas decisiones que tomamos en realidad afectan y no sólo a nosotros y a nuestra partida personal si no a las de otros. El narcotráfico, por ejemplo: ellos tienen menos piezas que nosotros pero tienen una estrategia clara. Nosotros, que somos muchos más, tenemos que empezar a juntarnos y ganar la partida.
—¿Cómo se concreta?
—Quiero darle más oportunidades a los chicos. Y después uno se entera de que hay alguien haciendo lo mismo a diez cuadras, o que en un club otro quiere dar un taller y ni tiene quién se lo organice. Cuando era chico, mi profe de matemática me daba un taller gratis, el único momento en que estaba libre por semana me invitaba a merendar a la casa, porque yo no tenía libros.
—¿Blancas o negras?
—Negras y peones, supongo.

 

SALIR DE LA QUEJA

A mediados de noviembre, Rodrigo fue uno de los rosarinos elegidos para exponer en el ciclo local de TEDx, el creciente formato de conferencias con temas libres que surgió en Canadá y que propone que referentes de distintos ámbitos compartan con el público lo que hacen, lo que intentan, lo que denuncian y más. En el caso de Rodrigo, la charla tomó al ajedrez como una metáfora para hablar de la acción que genera el otro y el “salir de la queja” como herramienta de transformación: “Necesitamos ampliar los intereses que tienen los chicos.

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Los pibes en los barrios tienen posibles movidas conocidas y muchas de esas son malas. Entonces, por ejemplo, ¿cómo hacemos para que los chicos quieran ser futbolistas, pero también matemáticos o violinistas? ¿Qué hacemos para que tengan más jugadas para elegir? Las malas jugadas están siempre, ahora el tema es tener al menos una buena. Y ahí es cuando lo que puede hacer cada uno, más allá de lo que le exijamos a los gobiernos, hace la diferencia”. En ese salir de la queja y entrar en la acción, el otro es fundamental:

“Trabajar con el otro es difícil pero el punto es si nos centramos en la coincidencia o en la disidencia. Mi pieza preferida es el peón: no puede ir para atrás, y está toda su vida tratando de llegar al otro lado para coronar. Hay que ir en contra de eso. Lo mejor de los peones es cuando trabajan en bloque. Una cadena de peones gana una partida”.

Fuente: elciudadanoweb

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