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Cómo se entrena un gran maestro de ajedrez

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La casa de David Martínez, «El Divis», es grande y funcional, con los muebles imprescindibles, sin exceso de orden ni preocupación por las incesantes visitas. Los cables y ordenadores delatan un uso tecnológico por encima de lo normal, pero pocos deducirían que se trata de un centro de alto rendimiento ajedrecístico. Es también la sede del portal Chess24. Desde allí se hacen retransmisiones diarias de los mejores torneos del mundo, con comentarios en directo de destacados grandes maestros. Su salón es como Islandia; es difícil no encontrarse dos o tres en cualquier rincón.

(Una sección más breve de este reportaje ha salido publicada este lunes en la versión en papel de ABC y en ABC.es)

David Antón, «El Niño» (también del Atleti), es uno de los habituales: tres o cuatro días por semana, no menos de seis horas por jornada de trabajo. Subcampeón de Europa con solo 18 años, acaba de completar a los 21 un torneo de leyenda en Gibraltar. Su «actuación», medida en puntos Elo (los que rigen la clasificación internacional), se puede comparar con el nivel de Magnus Carlsen. Eso no significa que el número dos español esté a unos pasos de la cima, aunque su progresión es envidiable. El número 2 de España es el ajedrecista de moda. La noche anterior dio una entrevista en la radio. Los periodistas empiezan a aprenderse su nombre, pero la fama no se le sube a la cabeza. «En una semana se habrán olvidado», augura.

Antón confiesa que no cuida demasiado su alimentación ni su cuerpo. Vive y come en casa de sus padres, lo que compensa el desinterés. De complexión muy delgada, si algo necesita es engordar. Le gustaría volver a jugar al baloncesto –«era muy bueno»– o tener alguna rutina deportiva: bicicleta estática, gimnasio…, pero considera mucho más importante dormir sus diez horas diarias. «Soy joven y no necesito tanto el ejercicio, que es bueno para todo. Quizá cuando cumpla 25».

David Antón, fotografiado por Ignacio Gil

David Antón, fotografiado por Ignacio Gil

Su amor por las sábanas no implica que se acueste pronto. En «la casa del ajedrez» los horarios son noctámbulos. Si vas a visitarlos alguna vez, es mejor que no lo hagas demasiado temprano. Las sesiones de entrenamientos entre los dos David suelen extenderse de seis de la tarde a dos o tres de la madrugada, con la pausa lógica para cenar. Luego Antón duerme hasta la una. En los días de torneo las partidas suelen empezar a las tres de la tarde, sobre todo cuando se juega fuera de España. Él se levanta, repasa cinco o diez minutos lo preparado la noche anterior («a veces ni eso»), come y va directamente a sala. Sin desayuno.

Hasta aquí parece el retrato de un vago, pero David Antón y David Martínez le echan horas al tablero como si fuera de sus márgenes se hubiera detenido el tiempo. El chaval confía mucho más en el trabajo realizado previamente que en lo que se pueda preparar antes de cada partida. Es como un buen estudiante antes de un examen. «Improvisar es un error. Contra Topalov –excampeón del mundo al que derrotó en Gibraltar– repetí una línea que ya había jugado antes. Él podía venir prevenido, pero no creo que en un día sea capaz de refutar algo que he preparado meses antes en mil horas». Jan Gustafsson, gran maestro alemán que formó parte del equipo de Magnus Carlsen en el último Mundial, en Nueva York, corrobora que las «maravillas de la noche» no suelen producir milagros.

David Antón, David Martínez y (de pie), Jan Gustafsoon

David Antón, David Martínez y (de pie), Jan Gustafsoon

Polémica periodística

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Ambos se toman con humor la reciente polémica por una entrevista en la que insistían a Antón en que debía buscar un entrenador más experto. Él cree que su mano derecha es tan buena como la mejor y el equipo no deja de propiciar sesiones de trabajo con otros grandes maestros. Paco Vallejo (número 1 de España) e Iván Salgado (número 3) tienen la experiencia añadida de haber trabajado con campeones del mundo. Más importante aún es que son muy amigos y se lo pasan bien juntos, disfrutan con el trabajo y las horas de vuelo en equipo se hace livianas. Al piso de Madrid también acude con regularidad otro de los pupilos de Martínez, Juan Plazuelo, una joven promesa de 15 años. Esos encuentros entre varias mentes son un hervidero de ideas, aportan miradas distintas.

Gustafsson corrobora que Carlsen «entrena igual». Si en algo tiene ventaja el noruego es en su poderío económico, que le permite contratar a varios analistas que le ahorran el trabajo «sucio». El número uno tiene importantes patrocinadores y Antón depende únicamente de un par de becas, de la Federación y de la Comunidad de Madrid, que casualmente ha bajado pese a sus éxitos deportivos. A ninguna marca le ha interesado hasta ahora apoyar al joven gran maestro de un deporte con escasa presencia en los medios españoles, pese a que el número de aficionados y el interés es creciente. Al menos logra que el entrenador, los desplazamientos y el alojamiento en los torneos no le cuesten dinero. Luego los ingresos dependen de su inspiración. En Gibraltar fueron 20.000 euros por jugar como los dioses. Los humanos, mejor que se dediquen a otra cosa.

David Antón y David Martínez, en acción. Foto: Ignacio Gil

David Antón y David Martínez, concentrados. Foto: Ignacio Gil

A Antón no le atrae demasiado ayudar a otros. Gustafsson (Gusti habla un castellano excelente) ya no compite como antes. Tiene 37 años, es el 163 del mundo y un excelente comentarista. Su caso es distinto.«Me gusta mucho estudiar aperturas y con Magnus es interesante trabajar. Paga bien y aprendes un poco cómo entrenan los grandes, que al final es igual. La cuestión es que tiene recursos para contratar un equipo de grandes maestros, que siempre es mejor, pero el campeón no trabaja diferente».

Antes del Mundial, eso sí, el equipo noruego celebró un par de «campos de entrenamiento» en los que conviven durante varios días aislados de distracciones. En pleno Mundial ya suele ser tarde para reaccionar, aunque deben estar pendientes por si el rival desmonta alguna línea o cuela alguna sorpresa, algo que no ocurrió en Nueva York. Es la fase de la partida de la que se sienten más responsables. Después, el jugador está solo. Resulta paradójico, al menos si se compara con otros deportes, que justo durante la partida muchos ayudantes aprovechen para dormir. Luego es posible que tengan que trabajar toda la noche, mientras el jefe descansa.

Tecnología 

Por supuesto, otro elemento clave en la preparación de un gran maestro es el equipo informático. Martínez y Antón tienen a Don Stephen, como llaman al ordenador del primero, una bestia con 44 procesadores que le debe su nombre al jugador de baloncesto Stephen Curry. (En esta casa la NBA es casi tan importante como el ajedrez). La máquina nunca descansa, desmenuzando las posibilidades casi infinitas del ajedrez. Es como buscar pepitas de oro en el océano de variantes, inabarcable para la mente humana.

David Martínez, en plena sesión de trabajo

David Martínez, en plena sesión de trabajo

En las sesiones de entrenamiento, por supuesto, la opinión de Don Stephen está siempre presente. Martínez lo utiliza para buscar posiciones interesantes y conocer su evaluación. Antón por lo general solo mira el tablero. Él se centra en la madera, como en una partida normal. Debe ir resolviendo los enigmas que le plantea su entrenador. Uno detrás de otro, a veces casi al azar. Cuando está solo en casa, el gran maestro sigue trabajando, sobre todo repasando las partidas que se juegan en los principales torneos. «Hay que estar al día», dice, como una de las claves del éxito. «A veces son muchas partidas, pero no puedes perderte nada si quieres estar arriba. Una vez de cada cuarenta, más o menos, descubres una idea interesante».

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Los ordenadores han supuesto una revolución absoluta respecto al estilo de vida que llevaban los grandes maestros del pasado, que viajaban con la maleta llena de libros y a menudo no conocían las partidas de sus rivales hasta meses o años después. La posibilidad de estar informado, sumada a la fuerza de los ordenadores, les obliga a soportar una carga de trabajo muy superior. No es de extrañar que hoy se juegue mejor que nunca. Los genios del pasado lo seguirían siendo, pero tendrían que trabajar mucho más.

Orígenes

Los dos David se conocieron por casualidad. Antón empezaba a destacar y su padre se fijó en Martínez en un torneo en Parla («Que gané», salta el entrenador). Le preguntó si podría dar clases a su hijo. Pese a la inexperiencia mutua, probó con El Niño y la vida de ambos cambió para siempre. «Descubrí que me encantaba enseñar». Martínez trabajó un poco más para sí mismo, lo justo para sacarse el título de maestro internacional. Con 25 años, reorientó su carrera y se dedicó a preparar a otros. Estaba en sexto año de Derecho y Empresas y hasta las narices de estudiar. Su vida mejoró. «Sufres mucho menos. Jugar es muy molesto. Perder es durísimo. Los que no han jugado al ajedrez no pueden entenderlo». Al principio quedaban en casa de Antón, una vez a la semana y sin máquina. La evolución del Niño obligó a perfeccionar el método. Ahora es segundo de España y 66 del mundo (el 30 en partidas rápidas), después de mejorar más de cuarenta puestos en su último torneo.

Aquí David Martínez tiene la deferencia de elegir una vieja partida mía para demostrar que de los mantas también se puede aprender

Aquí David Martínez tiene la deferencia de elegir una vieja partida mía para demostrar que de las partidas de los mantas también se puede aprender

Incluso después de una derrota dolorosa, Martínez es capaz de entender a su jugador mejor que nadie. Con su novia (los ajedrecistas pueden ser personas casi normales, aunque «algo intensos», admite Antón) se entiende bien, pero en esos momentos quien mejor sabe cómo sacar la espina del león herido es el Divis. A veces basta con desconectar. «Cuando perdí con Nakamura estaba muy cabreado. Puedes reaccionar mal, pero como mucho llego a estrujar la planilla».

Antes de conocer al otro David, Antón aprendió de su padre y mejoró gracias a las clases extraescolares de su colegio, el San Viator, que también tiene varios equipos federados en la Liga madrileña. Martínez se lo llevó a su equipo, el Virgen de Atocha, y su progresión se aceleró. Antes de los trece años solía quedar en torno al décimo puesto en los campeonatos de España. Con 14 ya se proclamó subcampeón. Al principio las clases eran en casa del muchacho, una vez a la semana. «También me dejaba muchos libros».

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Curiosamente, solo en España ha tenido que pasar controles antidoping en los últimos tiempos, un peligro mucho menor que las ayudas electrónicas, ya que un simple móvil puede ser un ayudante temible para cualquier tramposo. La ayuda favorita de David es alguna onza de chocolate durante las partidas o algo de cafeína, sobre todo si se juegan dos rondas diarias, como ocurre en el torneo de Dubai, por ejemplo.

Un posado más de David Antón con Ignacio Gil

Un posado más de David Antón con Ignacio Gil

Otra de las virtudes de David Antón es la fortaleza de su sistema nervioso. «El Niño es duro», cuenta Martínez que dice de él Carlos Martínez, psicólogo que cuida este flanco desde hace algún tiempo. Los mejores no impresionan a Antón. «Son como tú. Lo más difícil es ganarles cuando juegan a igualar, pero si intentan ganarte, como Topalov, tus posibilidades aumentan». El ajedrez moderno está tan analizado que, pese a las horas invertidas, cada vez es más difícil obtener ventaja. «Son tablas», grita Gustafsson desde el sofá. «Pero eso no supone la muerte del ajedrez. Hay mucho por hacer», añade.

Una línea de trabajo de Antón y Martínez (y de la mayoría de jugadores) es buscar novedades o sutilezas a partir de la jugada diez o doce, jugadas secundarias que no son la primera recomendación del ordenador, pero casi igual de buenas y menos conocidas. También es importante preparar el tipo de posiciones que se producen justo después de la apertura. Antes, cuando «solo» había libros, era frecuente que los análisis terminaran con las palabras «… y las blancas tienen ventaja», algo que luego no siempre era fácil demostrar. «A menudo, justo después cometías un error», cuenta Antón. El trabajo moderno es más profundo. Hay que comprender la esencia de esas posiciones, como mínimo mejor que el rival.

Al comienzo de la sesión de hoy, empiezan a analizar una partida de los años noventa, de un tal Federico Marín, jugada en un campeonato de España en Mallorca. Incluso a ese nivel tan bajo «se pueden encontrar posiciones interesantes», explica el Divis. Después de unos instantes de reflexión, ambos empiezan a comentar posibilidades, como en un murmullo constante, un intercambio de ideas que casi se pueden ver salir de sus cabezas. No echan humo, pero como si lo hicieran. «¿Qué pasa si aquí en lugar de dama c3 juego…?». Y siguen con su diálogo, una especie de esgrima mental con la que se ponen a punto, finos para la competición, mejor preparados para la siguiente partida. «Por supuesto que noto si está en forma con solo ver cómo entrena», afirma Martínez. Entrenar es algo muy serio. «Si lo haces bien al final sale».

El día de la semana no importa, si acaso saben si es jueves o sábado. «Ningún ajedrecista sabe muy bien qué día es», confiesa Martínez. No solo es por despiste natural. Su trabajo no está sujeto a un calendario fijo. Todos los días son buenos para trabajar, para seguir aprendiendo y mejorando, para comprender un poquito mejor los secretos de un juego milenario, que ningún ser humano jugará nunca a la perfección.

Entrenador de chicas

David también entrena a varias chicas, que han logrado importantes logros: Sabrina Vega ha sido subcampeona de Europa e Irene Nicolás, plata en el Mundial sub 16. «Igual he hecho algo bien», comenta. «Lo que sí es casualidad es que hayan sido tantas chicas. Yo nunca he buscado a nadie. Ahora me salen muchas ofertas. Ganaría mucho más dando clases por Skype y en colegios, pero vivo suficientemente bien y soy feliz así».

Algo que no termina de funcionar bien son las ayudas en España. Recientemente se desató cierta polémica porque en Bilbao (uno de nuestros escasos torneos de nivel internacional, junto con León) no invitaron a ningún jugador español. «Eso solo pasa aquí», lamenta David Martínez. «En ningún otro país», insiste.

Fuente: abc

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