Martín Guevara Cano. Campeón Nacional de Nicaragua de ajedrez que recientemente ingresó al Salón de la Fama del Deporte Nicaragüense. La perseverancia y la disciplina han sido dos de las claves del éxito para este ajedrecista e ingeniero.
El ingeniero Martín Guevara Cano ha ganado ocho títulos como campeón nacional de ajedrez. El primero de ellos lo alcanzó antes de cumplir 20 años. También ganó varios torneos internacionales. Estas son algunas de las metas deportivas que le hicieron ingresar al Salón de la Fama del Deporte de Nicaragua en este 2017.
Nada mal para alguien que durante los primeros seis meses que jugó ajedrez no pudo ganar una sola partida. Pero contrario a lo que cualquiera pensaría, esas derrotas fueron alimentando su espíritu competitivo.
“En la medida en que iba perdiendo, en vez de acercarme, digamos, a ese sentimiento de rechazo al juego, que es lo que normalmente podría suceder con un niño que se aburre de perder, a mí me entró mucha curiosidad en primer lugar, luego malestar y por último todo eso se convirtió en un factor motivacional muy fuerte”, rememora Guevara.
Actualmente el ingeniero Guevara es el decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Americana (UAM), cargo que desempeña desde hace nueve años, aunque su vínculo con esa casa de estudios inició en 2001 como docente.
¿En qué momento descubrió el ajedrez?
Conocí el ajedrez en León, yo era un niño en ese momento y cerca de mi casa estaba viviendo un joven ajedrecista, que luego llegaría a ser uno de los mejores expositores del país, que es el doctor René Pilarte, oftalmólogo de profesión. Yo miraba cómo él movía las piezas y me llamaba la atención eso, pero mi involucramiento directo con el juego ya fue en Managua, cuando me tocó mudarme con mi familia al barrio Santa Rosa. Ahí conocí algunos amigos que practicaban ajedrez y con los que inicié mi carrera. Tendría alrededor de doce años más o menos.
Luego llegué al colegio Liceo Franciscano donde se practicaba bastante ajedrez y entonces me encontré en una situación bastante idónea, porque en el colegio había un equipo y por otro lado en el barrio tenía unos amigos que ya eran bastante avanzados en el ajedrez y eso pues también me ayudó a vincularme.
¿Esos jóvenes del barrio eran contemporáneos?
No. Ellos eran siete u ocho años mayores que yo. Ocurre que yo era amigo de sus hermanos menores y como cualquier muchacho de barrio visitaba amistades y me reunía para jugar con mis amigos, en esas circunstancias aproveché para conectarme con ese grupo, aprendí a mover las piezas, un tío me ayudó a entender un poco el juego.
Una vez que regresaba del colegio y hacía mis deberes académicos me ponía a jugar prácticamente a diario con ellos, y durante un periodo bastante prolongado, en casi seis meses nunca les pude ganar.
Entonces ocurrió una cosa un poco curiosa, porque en la medida en que iba perdiendo en vez de acercarme, digamos a ese sentimiento de rechazo al juego, que es lo que normalmente podría suceder con un niño que se aburre de perder, a mí me entró mucha curiosidad en primer lugar, luego malestar, y por último todo eso se convirtió en un factor motivacional muy fuerte que me ayudó a estudiar, porque me tocó aprender casi de manera solitaria.
Al final logré avanzar, desarrollarme y finalmente superar a mis amigos que durante mucho tiempo seguramente gozaban de ganarme continuamente.
¿En qué año fue eso?
Fue por 1977, contaba con 12 años, estaba en sexto grado. Entre el 77 y el 79 me dediqué a estudiar ajedrez con los poquitos libros que existían y que llegaban a mis manos. Sin mayor tutoría ni nada por el estilo me dedicaba a tratar de estudiar y entender el juego, y así en esos años logré aprovechar muchísimo el tiempo, me dedicaba plenamente al ajedrez, era mi pasión y por lo tanto eso hizo que rápidamente me desarrollara.
Entonces ya en el año 79, con 14 años, en mi nivel, me atrevería a decir que era el mejor, había muy pocos niños en aquella época, la mayor parte de los jugadores buenos eran personas mayores.
Luego vino la mejor época de mi vida que fue durante toda la década de los años 80, a raíz del triunfo de la revolución (sandinista). Participé en una actividad que organizó Colombia a la que llamaron Olimpiada Mundial del Niño. Realmente no fue tan mundial, pero llegaron varios países y en mi categoría gané el campeonato. Fue el primer evento que gané en el exterior y que prácticamente me catapultó. En ese periodo tenía menos de 15 años y a partir de ese periodo ya jugaba con un nivel bastante superior y lograba competir con los mejores jugadores que había en el país.
Del 79 hasta el 82 logré quedar en par de ocasiones en la Selección Nacional con menos de 17 años, ya en el 84 gané mi primer campeonato nacional, lo sostuve por tres años consecutivos. En la década de los 80 me coroné en cinco ocasiones. Tres décadas después sigo jugando y he alcanzado tres campeonatos más, pero indudablemente la década de los 80 fue la que me permitió un gran desarrollo.
¿Cuál considera debe ser la característica más importante para jugar ajedrez?
Que el juego te guste y te apasione. Como todo en la vida, uno puede tener mayores o menores habilidades para algo, pero si eso te gusta, te emociona y te apasiona, hace que vos hagás un esfuerzo mayúsculo por encontrar las mejores jugadas en el caso del ajedrez, y te sirve de un estímulo potente para la dedicación, para mí es eso, luego creería que una actitud perseverante, disciplinada, porque el ajedrez demanda bastante estudio.
Recordá que la esencia es hacer un montón de cálculos que te llevan mucho tiempo de análisis, debes tomar en cuenta la posición en que estás, tenés que imaginarte una serie de cambios tuyos y movimientos del contrario y todo eso sin mover las piezas. Por lo tanto es un ejercicio de memoria, un ejercicio de abstracción bien grande que por lo general requiere mucho silencio para que existan condiciones apropiadas para concentrarse.
Siempre asemejo el ajedrez a la vida real, en la vida uno debe ser capaz de analizar su entorno, ser capaz de adelantarse a lo que puede ocurrir y este ejercicio se vuelve dinámico. Hay que educarse, hay que ser disciplinado, hay que entrenar.
¿Qué otros beneficios aparte de los ya mencionados se pueden desarrollar con la práctica del ajedrez?
Te facilita las habilidades numéricas indudablemente, porque como estás sometido a un constante esfuerzo por aventurarte a adivinar, digamos entre comillas, lo que puede jugar el contrario, eso ayuda un poco a la reflexión lógica, al pensamiento creativo, a la capacidad de almacenar mucha información en nuestra memoria, principalmente al ejercicio de cálculos numéricos y por eso en alguna medida han vinculado al ejercicio del ajedrez con la práctica profesional de algunas carreras como Ingeniería, Matemáticas. No es tan así, me parece que eso es un poquito más mito que realidad, pero lo cierto es que el ajedrecista no tiene muchas dificultades con los números, con las clases, con la capacidad de almacenar información.
¿Cómo llega la ingeniería a su vida?
Era un estudiante regular, un estudiante que cumplía, muy bueno en la secundaria. En el momento en que me tocó tomar la decisión por la carrera no estaba muy seguro si quería estudiar Medicina o Ingeniería. Al final me dediqué a la Ingeniería, consideré que esta me llevaría menos tiempo, o mejor dicho me iba a consumir menos tiempo que la Medicina, para el ajedrez, y bueno tuve la dicha de haber acertado.
Seguramente si hubiera escogido Medicina, -cosa que no creo que hubiera podido- no tengo esas competencias para ser médico, pero seguramente no hubiera podido tener todo el tiempo que tuve para poder desarrollarme en el ajedrez.
¿A quién admiró durante su juventud?
A nivel nacional cuando comencé, el maestro Edmundo Dávila era el mejor jugador del país y ya era un señor, luego había otros jugadores como René Pilarte, digamos que eran los dos jugadores que yo más admiraba. Luego tuve la oportunidad de jugar contra ellos, me tocó tener que ganarles para ocupar el primer lugar.
¿Qué se siente ser parte del salón de la fama?
Una inmensa alegría, se siente un inmenso orgullo, un privilegio y una gran responsabilidad porque llegar al Salón de la Fama implica haber cosechado una serie de triunfos que ameritan estar en esa instancia, pero además de eso implica una gran responsabilidad, porque nosotros los que somos miembros del Salón de la Fama tenemos que ser ejemplo y estímulo para esos niños que a diario practican el deporte y que sueñan con ser el próximo Denis Martínez, Alexis Argüello, es decir, el próximo atleta que le dé honor y gloria a Nicaragua, y de nosotros depende que ellos vean esta disciplina con la seriedad, con la responsabilidad, con la pasión que deberían de tomarlo para llegar hasta ahí.
Fuente: elnuevodiario