El equipo femenino derrotó 4-0 a las representantes de la asociación que nuclea a ajedrecistas ciegas y disminuidas visuales. Los varones superaron 3,5 a 0,5 a México.
Para un ajedrecista, siempre es un reto enfrentar a un no vidente en un torneo. Porque si bien las reglas no cambian, lo que se modifica completamente es el clima de una partida. En un duelo convencional, el silencio manda y no hay interacción con el rival. En uno contra un ciego, cada jugador tiene su tablero, porque en el del no vidente las piezas se encastran y las negras tienen un relieve para distinguirlas al palparlas. Y ambos contrincantes se «cantan» las movidas. Por eso, al ser más hablado, hay un clima cuasi fraternal.
Con ese clima esperaban encontrarse este martes las integrantes del seleccionado femenino argentino en la segunda ronda de la Olimpíada de Batumi, Georgia. Es que su rival no era un país; era el IBCA (Internacional Braille Chess Association), que nuclea a jugadores ciegos o disminuidos visuales. Así que cuando fueron a la Sala 2 del lugar de juego y vieron que estaba todo dispuesto como siempre, no entendían nada. Claro, sucedió que sus cuatro rivales eran disminuidas visuales y las partidas fueron como de costumbre.
«Llegamos al segundo salón y había más espacio en la mesa que de costumbre, por lo que pensamos que habría personas asistiendo a nuestras rivales. Pero no: jugamos en el mismo tablero, con el mismo reloj y ellas anotaban en la planilla con la birome. Es más, mi rival, una señora de unos 60 años que usaba una capelina roja, no usaba ni lentes. Eso sí, jugaba muy, muy rápido y se terminó equivocando», le comenta Carolina Luján a Clarín desde Batumi.
La número uno del país fue la primera en ganar su partida y luego la seguirían Marisa Zuriel, Ayelén Martínez y la histórica Claudia Amura, que en Georgia llegó al récord de diez Olimpíadas. Este miércoles, por la tercera rusa, enfrentarán a Hungría.
«Terminó siendo un duelo de anteojos, porque tres de ellas los usaban y en nuestro equipo usamos todas menos Florencia (Fernández, que no jugó). Fue un dueño absolutamente normal», agrega Zuriel, quien esperaba repetir lo que vivió cuando enfrentó a José Luis López, el mejor ajedrecista ciego argentino.
«Aquella vez, José Luis se trajo su tablero, le cantaba las jugadas y él me preguntaba cuánto tiempo le quedaba -recuerda-. Si en una partida normal hay silencio y estás superconcentrado, en una con un no vidente nos la pasamos charlando y terminamos como amigos. Sale de lo común».
A Martínez le hubiera gustado jugar con una no vidente, porque ha trabajado con alumnos no videntes en la Universidad de la Punta, en San Luis. «No fue como esperábamos. Lo que tiene una partida con una persona ciega es la interacción, aunque los que vemos tenemos una ventaja: como ellos piensan con las manos, tocando las piezas, planean lo que nos van a jugar y vos lo ves».
Entre tantos interrogantes a la hora de medirse contra un rival con una discapacidad visual, puede surgir la confianza de más, suponiendo una cierta ventaja. Luján derrumba esa idea: «Mi rival era una maestra internacional rusa. No podía confiarme ni pensar en esas pavadas de que capaz de que por ser disminuida visual se iba a cansar. Sólo hay que mirar su ranking y no especular».
Y la joven Martínez cierra con un razonamiento lógico para quienes trabajan con la inclusión o creen en la necesidad de unir mundos que otros pretenden separar a la fuerza. «Lo que más amo es la competencia. Jugar al ajedrez -sostiene-. Pero me alegra que el ajedrez sea útil en lo humano como herramienta para que cualquier pueda jugarlo, pueda esparcir su mente y ayudar el desarrollo del cerebro con el cálculo».
Otro triunfo sólido de los varones
En el torneo absoluto, Argentina volvió a ganar en la segunda ronda. Esta vez fue por 3,5 a 0,5 ante México, gracias a las victorias de Sandro Mareco, Diego Flores (en su debut) y Fernando Peralta. En tanto, Federico Pérez Ponsa entabló en el cuarto tablero. Este miércoles, se medirán contra Bosnia y Herzegovina