La campeona mundial tiene 22 años; comenzó a jugar a los 6. Abandonó las aulas, pero estudió sola.
Nankín es la capital de la provincia de Jiangsu, en China. Queda a 12 horas en metro de la capital, Pekín, está cerca del río Yangtsé y es la segunda ciudad más grande de esa región, después de Shanghái.
Allí, el 27 de febrero de 1994, nació Hou Yifan, la nueva campeona de ajedrez, que batió en la final a la ucraniana Mariya Muzychuk, en el patio de su casa, en un enfrentamiento que se realizó en Lviv (Ucrania).
Con la misma seriedad con la que ha afrontado todas sus partidas, Yifan llegó el lunes pasado a definir a su favor el campeonato. Un día antes, firmó tablas y se quedó solo a medio punto del título, pero definió a su favor con una victoria con blancas en 46 movimientos para un global de 6-3 frente a la ucraniana.
De las nueve partidas jugadas, Hou se apuntó la victoria en tres, mientras que el resto acabaron en tablas.
Así como ganó en Ucrania, lo hacía en su natal Nankín, reconocida como la capital de la educación, la ciencia, la cultura, el arte y el turismo, que se hizo conocida en sus comienzos como la capital del cielo.
Allí se crió Hou Yifan, quien en el colegio no salía a los descansos a jugar con sus compañeras, sino que se quedaba en el salón para descifrar el tablero de ajedrez.
Tenía 6 años entonces y, a los profesores les causó curiosidad. Uno de ellos, el monitor del colegio, se dio cuenta de que Yifan tenía talento, algo sabía él de los movimientos en la tablero, y la animó a seguir en el ajedrez.
Fue superando grandes retos, triunfos que poco a poco llevaron a Yifan a ser una de las niñas más reconocidas de esa parte de China.
Saltó a la fama rápidamente y en las clasificaciones de los torneos nacionales de ajedrez su nombre comenzó a figurar, a apoderarse de los primeros lugares, hasta que la Federación China le planteó trasladarse a Pekín con todo el apoyo posible: estudios, monitores, técnico personal, desplazamientos a los torneos internacionales, y aceptó.
Los cambios en la familia de Yifan fueron grandes. Su mamá, Wang Qian, dejó la enfermería y se dedicó a acompañar a su hija a todos sus desplazamientos internacionales.
“Lo más difícil son los cambios de horario. De resto, me gusta viajar, verla jugar, acompañarla”, contó al respecto Qian.
Poco a poco, Yifan fue creciendo, no solo como ser humano, sino como ajedrecista. En el 2007, se convirtió en la jugadora más joven de la historia en lograr un título de Gran Maestro, reconocimiento que le fue entregado en agosto del 2008, cuando tenía 14 años y 7 meses. Pero ahí no paró todo.
Para la china eso fue emocionante, tanto como cuando recibió el mejor regalo de Navidad que le han entregado, el título mundial del 2010, porque el 24 de diciembre derrotó en las partidas de desempate a Ruan Lufei, con lo que, además, logró ser la campeona del mundo más joven de la historia del ajedrez, tanto en damas como en varones. ¡Sencillamente sensacional! Y tenía 16 años.
“Bueno, esos son resultados que me satisfacen, que me dicen que los sacrificios que he hecho en mi vida no son por un juego”, dijo Yifan, a quien conocen como la ‘Muñeca de la cabeza grande’, porque es la más joven en haber conseguido todos esos títulos, por sus capacidades.
Abandonó el colegio, aunque afirma que quiere, algún día, ir a la universidad.
“Que no vaya al colegio no quiere decir que no estudie. Lo hago, en mis momentos libres leo y me pongo al día”, señaló Yifan.
Hou no tiene secretos, pero no sabe por qué es la mejor del mundo, no entiende por qué tiene esas cualidades para jugar ajedrez y la facilidad para hacerlo. Sí, lo estudia, lee libros sobre este deporte, pero advierte que no lo hace a fondo.
“Mi entrenador me ayuda bastante, estudio las partidas de mis oponentes, claro, pero no trabajo muy duro. Antes de cada enfrentamiento no es que me esfuerce por saber quién estará al frente, a quién tendré que medirme. Lo que necesito es estar bien concentrada y tener la calidad para saber qué movimiento haré en los momentos claves”, declaró.
Ha viajado por todo el mundo, ha conocido mucha gente y extraña a sus amigos, que son pocos. Cuando está en Pekín, les dedica tiempo, sale con ellos y se divierte. “Le apasiona eso”, indicó la mamá.
Francia en su país favorito; París, la ciudad soñada. Yifan, cada vez que puede, se escapa y va a pasar algunos días, porque cuando le toca jugar allí, no tiene el tiempo suficiente para pasear por la Ciudad Luz.
Llama la atención que Yifan siempre carga una jarra de metal. La lleva a los torneos, al comedor, pero lo curioso es que en su interior hay castañas rojas chinas y otros frutos rojos exóticos. “Solo la tengo porque me gusta el olor, el sabor que le dan al agua. Creo que me sirve para tranquilizarme, pero, ojo, no es dopaje”, concluyó.
Fuente: eltiempo