Por: Luis Alberto Arcos Salazar
Naturalmente, su esposa e hija protestaban con frecuencia por su ausencia, pero sabían bien que el ajedrez era mucho más que un juego para Ernesto. Aunado a ello, estaba el hecho de que las horas en que estaban juntos los tres en casa, o mejor dicho los cuatro, incluyendo a la dulce y cariñosa perrita Lulú, la pasaban muy bien.
Toda esta situación a la que estaba acostumbrado cambió radicalmente a partir del 16 de marzo del 2020, cuando el Gobierno declaró el estado de emergencia por la pandemia ocasionada por el coronavirus. El presidente Vizcarra decretó una rígida cuarentena para tratar de evitar que el contagio creciera e hiciera imposible atender a los enfermos en los hospitales. Esta incluyó el cierre de las fronteras del país, la suspensión de vuelos en los aeropuertos y viajes interprovinciales, el cierre de las actividades de comercio, restaurantes, cafeterías, clubes, prohibición de actividades deportivas y recreativas, etc., con la consigna “Quédate en casa”. Además, se estableció el toque de queda, en un principio a partir de las ocho de la noche. Solo atendían los supermercados, bodegas y farmacias.
Como era de esperarse, Ernesto, al igual que el mundo entero, se sintió angustiado durante el tiempo del confinamiento, ya que no podía abrir su librería, y, en consecuencia, se quedó sin ingresos. Felizmente, contaba con algunos ahorros y su esposa también contribuía con la economía familiar mediante la preparación de postres a pedido.
Pensaba que lo único que lo mantenía sin desfallecer era la confianza en un futuro mejor, que la pandemia pasaría pronto y que, en medio de toda la tragedia de muerte y enfermedad, estaba su familia a salvo.
Las noticias eran cada día más deprimentes: el contagio por el coronavirus se incrementaba día a día y los canales de televisión trasmitían escenas terribles en los que médicos, enfermeras, y personal de salud en general, luchaban por salvar las vidas de los pacientes sorteando las dificultades propias de una pandemia. Los policías, bomberos, personal de limpieza pública, serenos, entre otros valiosos trabajadores, se convirtieron en verdaderos héroes de la sociedad, y muchas veces fueron víctimas de la enfermedad.
( Continuara….)